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ABRAXAS Y ALEXIS

"Una muerte tangencial"

Luis Basto Acosta

Prólogo

 Esta novela fue comenzada a escribir hace aproximadamente 10 años y por lo tanto los personajes ya existían en mi mente desde hace tiempo. El desarrollo de la trama no tiene ninguna relación con mi vida personal, pero si con las vivencias que me fueron relatadas por los protagonistas, cuyos nombres los mantengo en reserva.

La relación de los hechos pueden suceder en cualquier sociedad y en cualquier estrato social,en cualquier tiempo y en cualquier lugar. Mis personajes son de un nivel socioeconómico bajo, por lo que sus relaciones son del tipo que se describe como violentas, arcaicas o primitivas; pero también de una profunda sensibilidad.

El autor

 

Introducción

Las noches que tardaron en conocerse profundamente, duraron sólo un mes, el cual pasó aceleradamente hasta la aparición de una nueva luna llena. Ambos ansiaban que el tiempo de la ilusión no se acabara, pero inexorablemente llegó la hora final.

Alexis se acercó lentamente a la sombre de Abraxas, reflejada por la luz de una luna inmensamente hipertrofiada. Le dijo el poema ritual de los encuentros y repitió la dulce rutina de acomodarse sobre el pecho desnudo de su amado. Se unieron intensamente, sin presintir siquiera que una hora más tarde acabaría su extraña relación.

Hablaron, rieron, dijeron, más en un instante infinitamente pequeño, de golpe, empezó a cumplirse lo que ninguno de los dos sabía: que todo estaba escrito en el "Libro de los Arcones y Aeones" e inevitablemente los gnósticos debían cumplir las profecías, aunque de por medio existiese un gran amor incomprendido.

En una telaraña de piel Abraxas fue envolviendo el frágil cuerpo de Alexis, hasta quitarle la respiración de a pocos. Este confiaba que esa fuerza constrictora fuera una simple demostración de la pasión que sentía Abraxas por él. Sin embargo, las manos de su amado libertador se juntaban más y más sobre su cuello desnudo. El aire se le iba acabando y lentamente se fue dando cuenta que la única manera de seguir viviendo con Abraxas era en algún lugar de los recuerdos de su mente diabólica y le pidió murmurando un contacto de sus labios para morir sin luchar y así ocupar el rincón que Abraxas le había reservado en su cerebro. El joven profeta sentía que estaba cumpliendo las escrituras gnósticas y mirando a través de sus ojos transparentes fue comprendiendo que las personas refugiadas bajo su sombra nunca tienen la ocasión de escaparse, así hayan penetrado profundamente en su alma.

Desde el día que conoció en la playa a Alexis, sabía que éste se perdería trágicamente en sus palabras de arcángel rebelde y sucumbiría sin protestar en el abrazo final de su existencia fugaz. Alexis murmuró sus últimas palabras con la convicción de aquel que se sacrifica por la causa final de su amado salvador:

-- Abraxas tú has sido el único gran instante de mi vida que valió la pena vivirlo y después de haber bebido de tus fuentes del saber y el placer me entrego a la muerte para vivir eternamente en tu memoria. Murió sin quejarse ni luchar. Abraxas lloró gritando su melancolía y por su mente desfilaron las imágenes de los días y las noches en que su espíritu compartió con Alexis la esencia misma del universo: el amor.

Incineró su cuerpo y las cenizas las arrojó al océano azul, en el mismo lugar donde una tarde lo conoció bajo el sonido musical de Para Elisa, experimentando la dulce sensación del contacto de las arenas calientes en las orillas del mar y empezó a amarlo para toda la eternidad.

-I-

Isidoro y Hortensia

Cuando Alexis conoció a Abraxas, venía caminando por la orilla de la playa, después de haber surcado las olas con una vieja tabla . No tenía dinero para proseguir el retorno hacia su hogar dolorosamente roto y se encontró frente a frente con unos ojos que miraban sin ver. La atracción fue inevitable, él pensaba que ese joven de mirada perdida lo estaba observando, sin darse cuenta que para Abraxas los cuerpos son translúcidos y en realidad ni se percataba de su presencia. Más en el momento que se iba a retirar, después de su meditación acostumbrada, Abraxas tomó consciencia de la existencia de una persona que lo miraba con unos ojos negros, tristes y taciturnos. Lo observó y vislumbró en él una proyección futura de su propio destino, comprendiendo a la vez que el destino de Alexis era perderse bajo las sombras engañosas de su ser

Conversaron las triviales palabras de los primeros encuentros, averiguaron sus nombres, sus lugares de origen, los signos zodiacales, las calles, los barrios y todo lo intrascendente que se puede hablar; hasta que una mágica melodía lo transformó todo: Para Elisa. Pasaba por allí un automóvil guiado por un melómano, con una radio lanzando a todos los vientos Para Elisa; en ese preciso instante Alexis y Abraxas pronunciaron al unísono: Beethoven. Abraxas inmediatamente, recordó que cada vez que escuchaba esa melodía percibía en el ambiente un hedor nauseabundo y tenia la visión de un niño cadavérico. Alexis palideció y en sus recuerdos brotaron como púas clavándole el cerebro las imágenes de Héctor muriendo niño allá en la distante ciudad de su trágica infancia. Luego hablaron, dijeron, rieron, se conocieron como si fueran dos almas predestinadas a encontrase alguna vez en el azaroso camino de vivir la soledad del ser. A partir de ese momento Alexis fue su compañero fiel y su cómplice. Anduvo con él observando sus delicadas construcciones de telarañas diabólicas que elaboraba minuciosamente sobre las pequeñas moscas del mundo absurdo que frecuentaba. El joven Abraxas diseñaba cuidadosamente sus estrategias de conquista y tramaba paso a paso su ejecutoria final hasta el momento de la cruel destrucción de esas almas. Abraxas se acercaba, se arrastraba como una serpiente bíblica llevando una manzana de discordia a la mente sencilla de los pobres incautos, alegrándose hasta el delirio cuando algunas de esas sombras optaba por el camino triste de la drogadicción. Anduvieron juntos durante un mes, hasta que se convirtieron en un solo ser. Abraxas aportaba conocimientos profundos desde su eterna edad y Alexis la experiencia cotidiana de un joven casi niño que había vivido más años de los que realmente tenía. Se acercaron para curar sus respectivas soledades, aunque la soledad fuese siempre su compañera en todos los momentos que pasaban uno cerca al otro. Alexis solía repetir, a menudo, un pequeño poema titulado "Conocer la luz", que escribió la primera vez que se deslumbró ante la presencia de la otra mitad de su alma solitaria, haciendo que el joven Abraxas se conmoviese de él.

Conocer la luz

bajo el silencio triste de las sombras dormidas

es conocer tus ojos

en mi soledad.

Conocer los cantos de las aves que vuelan

del frío hacia las verdes praderas del dios sol

es conocer tu voz

en mi soledad

Conocer los golpes

de las piedras que caen

formando enredaderas transparentes y acuosas

es conocer tus latidos

en mi soledad

Conocer la suave sensación del contacto de las arenas calientes

en las orillas del mar

es conocer tu cuerpo

en mi soledad

Conocer en fin

la luz de los cantos

los golpes del contacto

es conocer tu alma

en nuestra soledad.

Un día en que luces claras del frío atardecer alumbraban aún, los dos adolescentes, después de caminar por las orillas del verde mar, se sentaron en un peñasco que permitía ver el ocaso, rodeados de colores que variaban desde el azul intenso de la melancolía hasta el rojo fuego de la pasión. Allí escucharon,sin el mínimo ruido de la ciudad, al mar en su excelsa sinfonía de sonidos cadenciosos, música que la naturaleza compone a su máxima expresión: la puesta del sol. Extasiados con tal expresión de belleza se tomaron de la mano y juntando sus almas comulgaron uno del otro. Entonces Abraxas tuvo la necesidad de conocer, de su propia boca, la vida anterior de su compañero, para después labrar su propio destino. Le pidió sinceridad absoluta. Alexis empezó hablando tímidamente y en las orillas de ese verde mar fueron cayendo como dardos encendidos las palabras sinceras de un joven ingenuo, que estaba entregándose, inocentemente, a los juegos perversos del hermoso arcangel reencarnado .

Abraxas, es difícil extraer del alma recuerdos tan profundamente enraizados y estoy tratando de encontrar las palabras más apropiadas para empezar; Abraxas, yo siempre he sido amante de la naturaleza, porque creo en la unidad del cosmos, creo que pensando y observando la naturaleza nos podemos dar cuenta que el ser humano, tiene mucha similitud con su entorno. Así hay tormentas, que se van formando de imperceptibles vientecillos hasta convertirse en fuerzas que arrasan con la vida misma; existen aguas tranquilas que se tornan, de repente, en voraces trampas mortales y se encuentran luces pequeñitas a las que te acercas cariñosamente, para descubrir de pronto, que son engañosos rayos enceguecedores. Nací hace 15 años en un pueblo convertido hoy en gran ciudad, y desde el primer segundo de mi existencia tuve que luchar contra los rayos, las tormentas y las aguas profundas de la soledad. Abraxas, yo creo que el hombre es sólo brasa, no el fuego completo; el hombre es sólo una gota, nunca el océano inmenso; el hombre es sólo un grano de arena en el desierto de la vida.; más de juntar brasa por brasa, de empozar gota por gota, de reunir grano por grano se consigue el negruzco mundo donde vivimos (yo hace 15 años). Abraxas, se me ocurre calificar simbólicamente, estos 15 años en un idioma animal: un arácnido Sinaí .¿Porqué ? , preguntó intrigado Abraxas. Porque a una araña enjuta, macilenta me asemejo, porque el constante lamer de murciélagos en mi cuerpo me dejaron así; una araña larga como el primer número de la comprensión; una araña con sus ocho patas; cada pata un dolor inmenso; cada extremidad un castigo; cada roce un gigantesco golpe en el camino por el que recorro hace 15 años. 15 años pecando contra los diez mandamientos del Sinaí.

Abraxas, la evocación de mi primera vivencia de abandono físico, empieza con la visión de mi abuelo paterno montando a caballo en una plaza de toros provinciana; tenía yo 4 años de edad y ya sentía la enfermiza soledad en mi alma. Recuerdo que me perdí, en un momento de descuido de mi madre que se dirigía presurosa a contemplar a mi abuelo torear, en un rito tradicionalmente antiguo de su provincia. Fue como caer de golpe a un abismo sin rocas; fue como conocer la esencia misma del abandono. Me perdí y pienso ahora que el caminar llorando entre el tumulto sin saber a donde ir, sin tener una mano cálida que asir, sin sentido ni rumbo,viendo gigantescos seres que oliendo a aguardiente pasaban corriendo como atraídos por una fuerza telúrica hacia el centro de la plaza; se grabaron en mi frágil mente para siempre. Luego vi correr a mi madre acercarse,atropellandose con el gentío,para estrecharme fuertemente en su pecho que retumbaba de emoción. Levanté la vista y alcancé ver a mi abuelo, montado en un potro negro que con sus fauces calientes resollaba cerca de mis cabellos, haciendome sentir su aliento con olor a estiércol y cal. El padre de mi padre era un hombre ambivalente, intelectual y práctico, profesor y bohemio, mujeriego amante de sus cuarenta hijos con 8 mujeres distintas. Le he admirado siempre por ese cinismo visceral que tenía para afrontar todos los avatares de su aventurera existencia. Se llamaba Isidoro, Don Isidoro para todo el pueblo, que lo respetaba y lo sentía como un joven patriarca capaz de emprender las locuras más racionales que uno pueda imaginar. Luchó por sus ideales y se enfrentó cuando fue necesario al tirano de turno en el gobierno central, fue encarcelado, golpeado y vilipendiado, sin embargo, salía ileso de cada "vacación" como llamaba él al tiempo que pasaba encerrado en las celdas frías de las prisiones serranas. Era maestro con rasgos de filósofo práctico y cada vez que se percataba de mi presencia, me miraba desde el azul profundo de sus ojos y enseguida musitaba en mis oídos: tú sabes más de lo que hablas, cuéntame tu secreto. Yo corría asustado a las faldas de mi madre y mirándolo de reojo observaba su dedo moviéndose verticalmente: tu sabes más cosas y me las ocultas. Era cierto, había descubierto instintivamente mi secreto: yo sabía más de lo que solían saber los niños de mi edad.

Abraxas, hace un año la muerte tuvo el atrevimiento de llevarse a mi abuelo. Él, la noche anterior a su última "vacación", se emborrachó después de perder una partida de "rocambor", un juego que nunca pude aprender; se embriagó de rabia porque nunca le gustaba salir derrotado. Se murió por descuido, porque cuando las enfermedades osaban entrar en su cuerpo ,él se erguía victorioso, venciendo las batallas. Murio por un error de cálculo, ahora supongo que se distrajo recordando las noches que tenía que pasar por los techos de las casas después de haber visitado a todas sus amantes. Estoy seguro que fue un irremediable descuido.Abraxas, su partida me causo la misma extraña sensación de una lejana noche de abril, en la que una mariposa negra se introdujo en mi alma, anunciándome la cercanía de la muerte de mi abuela Hortensia.

El incidente de mi desaparición en la plaza de toros, se produjo en la temporada corta que solía pasar con mi madre, ya que vivía con mi abuela materna en una ciudad lejana. Ella tenía el privilegio de poseer el don divino de la enseñanza. Era también maestra de escuela y llegué a sus divinas manos debido a que mi hermano menor tuvo una enfermedad contagiosa y cual diáspora familiar los hermanos nos dispersamos en los hogares de los familiares más cercanos. Ella se llamaba Hortensia; me enseñó a leer y a escribir a los tres años de edad, como quién realiza un experimento pedagógico para demostrar que el cerebro de un niño está capacitado para ser instruido aún a edades tempranas. Aprendí rápidamente y mi avidez por saber me llevó al vicio de la lectura. Leí la biblioteca completa de mi abuela Hortensia. Los clásicos desfilaban por mis ojos con sus espadas desenvainadas, sus barcos de piratas, sus cohetes tipo bala, las selvas de Malasia, las minas del Rey Salomón, las ballenas azules, los cantos de sirena, cíclopes, medusas y perros argonautas. La guerra de Troya fue la primera guerra a la que asistí, soñé con Helena y Penélope, admiré a Aquiles, Ayax y Héctor. Odié a Polifemo, Grifo y todos los animales mitológicos que se atrevían a atacar a mis héroes. Me pasaba horas enteras leyendo desaforadamente y no conocía juegos infantiles ni amigos de mi edad. Los niños vecinos me veían como un extraño ser, que sólo jugaba con libros raros. Así en una ocasión, con el fin de causarme un disgusto, me acusaron del robo de un candado que habían escondido deliberadamente. Fueron crueles hasta el cinismo y todas las madres me miraban convencidas que yo era el culpable. Abraxas, esas miradas me persiguen todavía, cada vez que siento culpas que no tengo.

Un hermano de mi abuela que tenía una casita de barro pintada de blanco, acogedoramente pueblerina, me regaló los libros que nunca había tenido la ocasión de leer porque el anciano era analfabeto y a su edad creía que ya no se podía aprender. Me propuse enseñarle a leer el catecismo católico, en una tarea descomunal para un niño tan pequeño y lo conseguí, excepto que no aprendió el catecismo sino solamente el Credo; aunque sospecho que de tanto repetirle se le quedó grabada de memoria la oración. Era un viejito bonachón, bebía tragos fuertes de macerados de hierbas selváticas y se mantenía en un estado de estimulación alcohólica permanente. No hacía daño a nadie y sólo se le conocía una mujer que lo disfrazaba de Papá Noel en las fiestas Navideñas. Conocido como Don Miguelito, era un ser cariñoso, amable, siempre dispuesto a ayudar a todos los que se le acercaban. Pasaba los días siguiendo la rutina diaria de beber macerados desde el desayuno, hasta muy avanzada la tarde, luego dormía soñando en las mujeres que había amado, así día a noche, noche a día; pero una noche de luna llena desapareció sin que nadie supiera a dónde se había ido o sí algún percance grave había sufrido. Se olvidaron de él al poco tiempo. Al pasar los años, en una noche de Navidad reapareció vestido con un traje de color rojo sangre, barba blanca y un encendido rubor en las mejillas. Su mujer al verlo sufrió un desmayo vertiginoso y se golpeó la cabeza contra el piso de losetas del atrio casero y murió instantáneamente. Don Miguelito jamás se volvió a disfrazar y pasó su corta existencia restante en la penumbra mental que proporciona el alcohol a los desesperados.

Abraxas,a propósito de Don Miguelito, Papá Noel y las navidades, los primeros enfrentamientos de lucha contra el Sinaí se iniciaron cuando en el tiempo que vivía con mis padres, llegaba la Navidad y me embargaba una sensación de frustración infantil, una impotencia de no poder conseguir todo lo imaginado en mis sueños fantasiosos y me sentía tristemente apesadumbrado. Para sumarse a la ya de por sí extraña impresión de rechazo a dichas fiestas, se le ocurría a mi padre, faltar el día que se supone está dedicado a la familia: la nochebuena del 24 de diciembre o en todo caso aparecer parsimonioso días después. No podía comprender al principio de mis años esta dicotomía navideña: otros felices, yo triste, otros con su familia completa, yo no. Sin embargo, mi madre hacía lo imposible para aliviar dichas tristezas, lo conseguía en cierto modo. Abraxas, en esa época aprendí a diferenciar lo que es la razón y el sentimiento, pero aún hoy me siento deprimido cada vez que se acerca el desdichado mes de diciembre.

Abraxas que escuchaba cariñosamente recostado sobre el hombro de su discípulo, lo interrumpió diciéndole: -cuando se tiene hijos, uno debería tratar, hasta donde sea posible, de evitarles las penas y tristezas que acarrean las Navidades; sin embargo creo que la melancolía se transmite genéticamente y por más que uno se esfuerce en lograr vencer esa montaña brumosa que rodea las fiestas de fin de año, no se puede evitar ver en los ojos de esos niños la atávica soledad navideña.

Alexis asintió, pero intentó rescatar ante los ojos del joven Abraxas la profunda importancia que tenía para él las Navidades y tratando de ser convincente le dijo: Abraxas, soy consciente del inmenso significado que verdaderamente tienen las Navidades en las mentes y corazones de las personas de buena fe, no así en las personas mercantilistas y superficiales que suponen, asumen, creen, juran que la Navidad está construida de una pirámide de vanidades y lujosos adminículos que satisfacen apetitos pasajeros, llamados regalos o presentes navideños. Las personas de buena fe saben que la Navidad es una fiesta de amor, básicamente de amor, de demostración de amor, de regalos de amor, de presentes de paz y de deseos de superación espiritual. Esas personas renuevan sus reservas de amor, de amistad, de tranquilidad interior para verterlo a raudales sobre las otras personas durante el resto del año. Eso es Navidad: un baño sublime de agua amorosa derramada por las manos de Jesús en su representación de niño recién nacido. Es la fe llenándose de fe, es la esperanza acordándose que existe en el fondo de la mente y en lo inconmensurable de los espíritus, una voz pequeñita que nos hace luchar por un futuro para nosotros mismos y por añadidura para nuestros seres queridos.

Abraxas no pudo evitar reírse de la manera de hablar tan filosófica, enredada y contradictoria de Alexis y le preguntó por qué se expresaba de esa manera tan peculiar, por un lado rencor a las Navidades propias y por otro amor hacia las Navidades espirituales. Alexis rió también, más de pronto, cambiando la expresión de su rostro, continuó hablando:

Mi abuela Hortensia murió una tarde de viernes santo, dos días después de mi sexto cumpleaños. El día de la tragedia amaneció frío como todos los días de abril. Desde el principio de esa larga jornada yo quería llorar y lo hice desesperadamente sin saber porqué. Era una sensación de angustia lacerante que me inducía a hacerlo; continué llorando todo el día con tanta intensidad que posteriormente, mi madre me culpó por lo sucedido con mi abuela haciéndome la injusta acusación que con mi llanto llamé a la muerte. Cargué con esa culpa por muchos años.

Yo dormía con mi abuela en una cama de fierro con adornos de bronce, que en las gélidas noches serranas se enfriaban al extremo que si uno colocaba los pies en contacto con el metal se resfriaba inevitablemente. Por la mañana me desperté y sentí una falta de calor en mis manos y pies a pesar de haber dormido completamente abrigado.Empecé a llorar desconsoladamente. Salí al patio trasero para recoger agua y me encontré cara a cara con una gigantesca mariposa negra, que pretendía entrar aleteando desesperadamente, al dormitorio de mi abuela. Me asusté y fui corriendo a avisar de su presencia a mi madre, que esos días feriados, había llegado de su pueblo lejano a pasar los ritos de Semana Santa con nosotros. Me miró desconfiada y se acercó al lugar, pero ya la mariposa había desaparecido, mal agüero me dijo simplemente. El día transcurrió sin mas ruidos que los causados por mi llanto constante e imparable. Más al llegar la hora nona se produjo un silencio infinitamente triste, el aire se llenó de un vapor que se tornaba cada vez más denso al irse acercándose al dormitorio, donde yacía mi abuela emitiendo sus últimos respiros, llenos de un quejido gaseoso y fantasmal. Fui reptando sigilosamente hacia a la cama de bronce y escuché de sus oídos las palabras del adiós definitivo:- sé un niño bueno, pórtate bien, haz caso a tu madre y acuérdate de mí toda tu vida. La llevaron cargada sobre la silla de paja, donde solía sentarse para enseñarme a leer y le colocaron una frazada que le cubría completamente el rostro. En un instante de descuido, la frazada se deslizó, cayendo pesadamente y su rostro taciturno se volvió hacia mí con su mirada congelada en el tiempo y una lagrima perlada se deslizó suavemente sobre sus mejillas. Se fue para nunca más verla con vida y se murió solamente porque ella quiso que conociera en su última lección, que la vida es muerte al final y la muerte da lugar a la vida de soledad que me acompaña aún. Fue la primera vez que deje de creer en Dios.

-II-

Los pececillos de Héctor

Los siguientes días, después del entierro, fueron de una rutina entre tétrica y religiosa. Mi madre que casi enloquece por la desaparición de mi abuela Hortensia, se empecinaba en hacernos rezar, diariamente y a la misma hora el Santo Rosario en latín. Repetía mecánicamente las letanías y oraciones, haciendo que se vaya forjando en mí un rechazo visceral hacia la religión forzada. Yo sólo quería dormir en mi cama de bronce para recordar el olor maternal de mi abuela muerta y soñar con sus lecciones de letras y números vertidas con amor. No quería creer en un dios tan cruel que se llevaba a las personas buenas y no las devolvía jamás; por esa razón he llevado durante toda mi vida una relación conflictiva con Dios. Ha habido momentos de plena comunicación, de asombrosa comunión y de tormentosas lejanías. Mi separación de Dios siempre los he atribuido a mi soberbia, a la simple sensación de saberlo todo sin necesidad de explicaciones teológicas ni sentimientos religiosos, soberbia propia de todo aquel privilegiado que piensa que porque tiene unas cuantas neuronas más interconectadas se irroga la osada decisión de decir que no existe Dios. He pasado por una serie de dudas existenciales planteándome la necesidad o no de creer en un dios, sin embargo, pienso ahora que dicho enfoque ha estado siempre errado, porque el problema no es si existe dios o no, el problema es si existo yo para ese Dios.

Al morir mi abuela Hortensia, mi madre me llevó con ella al lado de mis hermanos y mi padre. Fue un cambio tan brusco que me quedé afectado durante mucho tiempo. Los cambios repentinos en la vida de un niño traen inadaptaciones fatales. Me llevaron a una casa desconocida para mí y me obligaron a compartir la cama con un pariente cercano a mi padre que tenía unos catorce años de edad. Fue la más cruel decisión que inconscientemente hicieron mis padres. Me entregaron a las garras de un sátiro adolescente, sin escrúpulos y con una contumaz manera de conseguir lo que se proponía. Abusó de mí durante meses o años o siglos, sin que nadie pudiera salvarme. Me destrozó la vida a una edad en que el alma me forzaba a estar triste por la muerte de mi abuela y odié al género humano más que nunca. Mi soledad se fue amurallando y todas las relaciones personales con mis padres, mis hermanos, mis compañeros de la escuela, dejaron de existir. Los verdes campos purísimos de mi serranía, el cielo de estrellas brillantemente clavadas en la noche andina, el aire y todo lo que existía fuera de mi cuerpo desaparecieron. Me hice más solitario aún. Si antes tenía un alma con quién conversar mis vivencias, después del vil abuso me volví un desalmado(en el real sentido: sin alma), crecí abruptamente transformándome en un viejo con el profundo vacío de una amarga esencia Nunca más saludé los amaneceres, ni canté a la luz del sol. A partir de ese momento la visión del mundo que me rodeaba se tornó oscura. Me deslizaba por el fango mientras que el resto de la humanidad flotaba en las aguas tranquilas de la inocencia y el amor. No dije nada de lo sucedido a mis padres y aún en mi Primera Comunión comulgué sacrílegamente porque no me atreví a confesar al cura el monstruoso pecado cometido conmigo. Al principio no me percataba de lo pecaminoso de dichos actos y los aceptaba, pero cuando me preparé para dicha ceremonia, los curas me enrrostraron, sin saberlo, lo abominable de lo sucedido.

Asistía mecánicamente a la escuela primaria, donde enseñaban las letras, las frases, oraciones y todas las palabras y números que yo ya había leído por mi propia experiencia. Nunca estudiaba y, aún así, obtenía el premio al mejor alumno. Ni mis padres ni mis maestros supieron jamás que yo los estaba engañando, porque no llegaron a saber que mi abuela Hortensia había hecho un experimento con mi cerebro de 3 años enseñándome a leer y a escribir a esa temprana edad.

En la escuela se sorprendían que aprendiese rápidamente y me subían de grado cada mes. Al tercer mes ya estaba en tercero de primaria. Me daban a aprender poemas extensos para salir a declamarlos en las actuaciones de los días festivos. Era mi único contacto con la realidad por el miedo pánico que me embargaba antes de salir al escenario. Sentía las miradas culpándome de pecados cometidos, pero sin embargo, desde esa edad aprendí a abstraerme de lo circundante, encerrándome en una coraza de fierro fraguado en la desesperación y la impotencia de la lucha constante contra el violador de mi cuerpo y de mi espíritu. Después el tiempo pasaba raudamente y se acababa como una pompa de jabón.

Los concursos escolares entre distintos centros educativos de la zona, de la provincia y aún del país los ganaba yo engañosamente. Mis padres se alegraban sin sospechar siquiera que tenía muerta el alma y solo funcionaba mi cerebro como un autómata sin sentimientos ni emociones.

Así fui creciendo hasta que conocí a Héctor y me enseño algo nuevo, la música clásica y se abrió mi memoria nuevamente después de permanecer cerrada durante muchos años. Él era un amigo de la escuela al que le gustaba tocar el piano con un entusiasmo propio de los virtuosos. Su madre, una concertista de violín, le había inculcado su amor a la música clásica y Héctor la cultivaba con mucho esmero. Con él conocí una de las expresiones más grandes del cerebro humano como es la música y habiendo pasado un tiempo de permanencia a su lado me podía jactar que había escuchado a los clásicos. Debido a Héctor hoy me conmueve hasta las lágrimas las sinfonías de Beethoven, especialmente el tercer movimiento de la quinta y sexta y el cuarto movimiento de la novena. Abraxas, oír y escuchar la novena es vivir uno de los instantes más sublimes de nuestra existencia. También me gusta Dvorak, Malher, Stravinsky y los clásicos en general. Mozart no me llega a convencer; aún hasta hoy lo estoy explorando y a Wagner lo respeto por sus operas.

Este amigo, un ser puro en todo el sentido de la palabra, murió una mañana de verano, a la hora en que el calor hacía sudar hasta las paredes de las casas y descompuso su cuerpo tan rápidamente que el olor al acercársele era tan penetrante, que aún ahora siento ese hedor cada vez que escucho Para Elisa de Beethoven, que era la pieza que mejor interpretó en su corta existencia.

Abraxas lo interrumpió diciéndole que desde siempre había sentido un hedor a muerte cada vez que oía al piano tocar Para Elisa y recién comprendía el porqué de esta extraña coincidencia.

Alexis, apesadumbrado, continuó narrando: La noticia de su muerte llegó al colegio como un frío helado recorriendo los pasillos, atravesando el patio de recreo, subiendo las escaleras hacia el segundo piso, deslizándose por el blanco corredor , golpeando la puerta para ingresar cruelmente a mis oídos, hasta llegar al corazón del niño asustado e ignorante de que la vida se acaba cuando menos se espera, sin avisar siquiera para pertrecharse de valor y resistir el arañazo gélido de la desolación. Nunca más asistí a un velorio, a un entierro ni mucho menos a un cementerio.

Su funeral fue un espectáculo que recorrió las calles de nuestra pequeña ciudad, con nosotros acompañando el ataúd blanco hasta el cementerio. Antes de colocarlo en su nicho, me seleccionaron de entre todos sus compañeros para verlo por última vez. Estaba pálido, con los ojos entreabiertos, las fosas nasales y la boca tapadas con algodones de un color amarillento y sentí más fuerte aún el impregnante olor. Me retiré angustiado. Salí del camposanto, corrí y seguí corriendo bajo los árboles de la alameda de cipreses y llegué al río tratando de vadearlo para así encontrar aquella laguna con pececillos dorados que tantas veces habíamos visto con Hector, cuando la muerte no decidía aún escogerlo para acompañarla en su viaje sin retorno.

-III-

Alcibiades y Marisol en el holocausto

La vida en la escuela ya no tenía el sentido sin mi amigo Héctor. Murió tan intempestivamente que no tuve tiempo para preguntar a mi madre acerca de la muerte de las personas y qué era el morir.( La muerte de mi abuela Hortensia había quedado bloqueada en el rincón más críptico de mis recuerdos). En esa soledad me fui fragilizando cada vez más y ya no me importaba el resto de la gente, ni que me trataran como un ser débil, pusilánime y ausente; porque cuando se tiene la edad de la niñez , los adultos no pueden imaginar hasta que grado es doloroso convivir con otros seres de la misma edad pero fuertes, sin problemas aparentes, hechos para cumplir su función de niños traviesos y punto.

Cada intermedio entre clase y clase, llamada irónicamente "recreo", me producía un terror visceral porque era el momento de mayor presión sicológica sobre mi debilidad de carácter Los alumnos mayores se peleaban entre sí para ofrecerme su protección, a cambio de monedas, que debía traerles puntualmente para brindarme seguridad. Tenía un miedo intenso a ser maltratado físicamente y robaba a mis padres algunos centavos para defenderme de las agresiones. Las amenazas se cumplían cada vez que no conseguía obtener las monedas salvadoras y recibía el castigo . En las tardes cuando retornaba a mi casa, llegaba golpeado y sangrando; mi padre se reía pensando que había participado de las usuales peleas callejeras de los niños "normales", sin imaginar que su hijo había vivido la dura experiencia de soportar los vejámenes más crueles en manos de sus admirados pandilleros. Nunca supo la verdad.

Una mañana llegando a la escuela conocí a un nuevo alumno, un joven de quince años, retrasado mental, al que lo paseaban como una marioneta por los patios de recreo y se burlaban de él. Mis agresores habían encontrado un nuevo juguete de diversión. Por un tiempo se olvidaron de mí y mientras ellos descubrían los defectos del pobre tarado que había caído en sus manos yo me escondía en los servicios higiénicos donde encontré entre el olor nauseabundo de los excrementos, un refugio de paz transitoria. El niño grande, juguete de moda de los crueles niños normales, tenía el gran privilegio de no darse cuenta que se burlaban de él, de su figura, de su dignidad, de su espíritu atrofiado Se llamaba Alcibiades. Era un muchacho, con ojos asustados, esbozo de barba que cubría su pálido rostro y muy velludo, defecto que fue la causa de su desgracia. Lo desvestían cada vez que los profesores no estaban presentes, mostrando su desnudez ante todo el alumnado, hasta que un aciago día , un helado invierno penetró en sus pulmones matándolo fulminantemente. Sucedió mientras los profesores se reunían como de costumbre los primeros jueves de cada mes. Mis verdugos despojaron de sus pobres ropas a Alcibiades, luciéndolo como un trofeo de guerra de salón en salón. El bullicio me atrajo por curiosidad. Me acerqué creyéndome a salvo de sus ataques, pero me equivoqué. Me empuñaron entre cuatro, me desvistieron totalmente y forzaron al pobre retrasado mental a mancillarme. Alcibiades descubrió el placer sexual en esa experiencia y abusó desenfrenadamente ante la mirada gozosa de los otros estudiantes. Los ojos se le salían desorbitadamente tratando de expresar sus instintos bestiales, mientras las risas surcaban el ambiente turbio de un simple salón de clase convertido en holocausto de dos inocentes. Me enfermé varios días, sin hambre, sin sentido, sin un atisbo de alegría, sin siquiera tener una pequeña luz interior que me haga entrar en razón. Mis padres como siempre, ignorándolo todo. En la escuela se olvidaron de mí porque me abstuve de acusar a los instigadores de la doble muerte perpetrada ese jueves: la de Alcibiades por pulmonía incontrolable y la mía por melancolía fulminante.

Mi cuerpo curó sus heridas fácilmente, pero mi cerebro era un enjambre de madejas, tenía pensamientos absurdos, a tal punto que me comenzaron a llamar "el Loquito". Ahora siento que estaban muy cerca de la realidad porque no había noche que no sufriera de insomnio, pensando qué absurdas circunstancias habían confluido en mi vida para ser yo aquel que tuviese que pasar por tamaño sacrificio vital. Y no lo comprendía y me fui tornando en un ser raro, desdibujado, anodino, sin sentido del humor, sucio y desgarbado. Mi único refugio era la lectura. Las pocas monedas que podía conseguir las destinaba a la compra de libros. Giovanni Papini con sus libros Gog y un Hombre acabado me ayudaron a comprender lo oscuro, lo satánico del ser humano, así como los cambios de pensamiento de un hombre a lo largo de su vida. Leí todas sus obras desde su Diario hasta la Historia de Cristo. Papini no afectó mayormente mis pensamientos. Pero fue Nieztche en Ecce Homo, El Anticristo y principalmente Así hablaba Zaratustra, quien cambió mis ideas acerca de Dios y la humanidad. Me hice ateo practicante. Anduve por plazas y avenidas tratando de hacer creer a la gente que Dios no existe. Fue en esa época que empecé a beber y sin saberlo empecé a transformarme en un niño alcohólico.

La vida de un alcohólico es un rito constante de preparación continuada para el momento en que ese veneno líquido penetra en el estómago, pasa a la sangre y se va distribuyendo por las venas, llegando a los capilares cerebrales, absorbiéndose hacia el desierto seco del alma que se asienta en cada célula neuronal y estalla en millones de burbujas que obnubila la razón y aplacan la sed de soledad que vive en el espíritu mancillado de ese hombre acabado.

Nadie se da cuenta exacta de un niño alcohólico y suponen que está enfermo, débil o falto de alimentos, pero la realidad es otra. Se vive bebiendo y se bebe viviendo. Todos los pensamientos del día y de la noche se circunscriben a la consecución de su veneno diario. Cuando no se logra reunir los pocos centavos que cuestan los licores baratos, cunde un grito de alarma que despierta todos los sentidos y a fuerza de crimen o llanto hipócrita se consigue la dosis letal.

Abraxas, yo salía de mi casa para supuestamente ir al colegio y me dirigía furtivamente al mercado, donde existía el expendio del trago más barato y venenoso. Era un desfile interminable de fantasmas sucios y desdentados que se acercaban a pedir la dosis de alcohol del día, tal vez la última y final de sus existencias; cada uno cargando en las espaldas sus culpas por ser un vicioso sin razón aparente. Conocí empresarios destruidos por la inflación galopante, mujeres abandonadas de su marido e hijos, jóvenes sin más futuro que una copa de licor cada vez que el cuerpo lo pedía, sombras en una procesión constante desfilando como en un campo de concentración nazi. Sólo las imágenes del holocausto se parecen a estos seres sin razón de existir y toman hasta transformarse en quijotes que se enfrentan a castillos imaginados en sus mentes retorcidas y luchan hasta caer vencidos, aferrándose a su botella sagrada. La complicidad o la amistad gremial los reúne en una vereda cualquiera y se cuentan miles de veces las mismas historias de sus desdichadas vidas, todos los días de su precaria existencia, terminando siempre peleándose entre sí, para volver a empezar nuevamente en otro momento de relativa lucidez. Ritos sagrados de borrachos infelices en la nube de la sinrazón circular y la muerte tangencial.

Abraxas, ser niño y alcohólico es someterse a ese ritual pagano de libar licores inmundos, pero sin que se den cuenta tus padres, ni tus hermanos. Debes cumplir toda la rutina hogareña sin levantar la mínima sospecha; esto agudiza tus sentidos tornándote perspicaz, intuitivo, salvajemente animal amaestrado. Me acostumbré a ser un niño aparentemente modelo, pero cuidando que no se acercaran demasiado a mí, ni me besaran, ni me dieran abrazos cariñosos las tías de visita. Trataba de alimentarme bien, aunque no sintiese hambre, porque escuché un día, en el circulo de alcohólicos transhumantes , que borracho que come no muere.

Debido a su trabajo, mi padre pudo adquirir una casa bastante amplia con doce dormitorios, seis en el ala derecha y seis en la izquierda. Mi dormitorio estaba ubicado en el lado de la casa donde nadie quería dormir porque contaban desde siempre que allí existían fantasmas que arrastraban cadenas y hacían sonar botellas de cerveza destapándose. Fue mi refugio ideal, nadie se atrevía a acercarse de noche porque las botellas seguían sonando y porque existía realmente un fantasma: yo.

Hice de mi templo etílico un escondite de todo tipo; retiré parte del piso de madera para que me sirva de escondrijo de ropas femeninas y maquillaje; así como del poco licor que podía almacenar. Tenía también pastillas estimulantes y todo aquello que podía y debía ocultar.

Las horas de la noche se hacían larguísimas esperando el sagrado momento de salir hacia el colegio y correr desesperadamente al mercado. Mi estancia nocturna se transformó en una dolorosa rutina sistematizada; por cada 100 latidos de mi corazón marcaba con líneas la pared para saber cuantos minutos y hasta cuantos segundos faltaban para escuchar el grito puntual de mi madre diciéndome: Alexis levántate para ir al colegio. Era el primero en llegar a la mesa, tomar el desayuno y volar, literalmente, volar "hacia el colegio". Por supuesto que mi ruta era otra Esa distancia hacia el mercado, cercana para un ser normal, se veía gigantescamente aumentada para un niño alcohólico. Mientras me iba acercando, el estómago rugía cual león devorador, emitiendo sonidos cada vez más profundos y los espasmos comenzaban a dispersar las amargas secreciones de bilis y ácidos gástricos fluyendo hacia mi boca temblorosa. Temblor que se propagaba a todo mi cuerpo sin poder dominarlo. Arribaba al mercado y en la fila interminable de consumidores ansiosos, mientras esperaba, mis dientes chocaban entre sí tratando de contener la descomunal ansia de beber la pócima maldita, que era la paz de mis músculos, el bálsamo salvador para mis vísceras sedientas. Cuando no resistía más, mi turno llegaba y con los dedos temblorosos asiendo un vaso pletórico de paz, bebía en fracciones de segundo el trago liberador. Este momento es de una sensación indescriptible, un temblor te eleva sacrílegamente impidiendo la razón y se preciben los llantos desesperados de cada célula escondida gritando desaforadamente: trago, trago.

Mi querido Abraxas, la mente elabora pensamientos creadores de formas prácticas para conseguir la dosis del día siguiente. Se inventan enfermedades, se miente, se engaña, se roba y se vende el cuerpo inútil al mejor postor. Me prostituí por la necesidad desmesurada de emborracharme diariamente. Abraxas, un niño es un bocado exquisito para los sátiros de siempre; por eso me transvestí en Marisol. Escogí ese nombre sin pensarlo dos veces; nunca supe porqué provocaba, en la boca nauseabunda de los borrachos libidinosos que me usaban, sonidos musicales. Mi rutina empezaba con la transformación de Alexis en Marisol; de un escondite debajo de las maderas de mi dormitorio, escogía ropa femenina, que sustraía de mi madre; la llevaba en mi bolsa de colegial. En el mercado tenía un amigo travesti, que en las noches trabajaba prostituyéndose en las grandes avenidas de la ciudad. Le llamaban Shiva, había llegado de su pueblo para trabajar de peinador pero se dió cuenta que los hombres prefieren otros hombres por miedo a quedar mal con las mujeres, y se dedicó a vivir de su hermoso cuerpo andrógino. Shiva me acicalaba exagerando grotescamente los rasgos femeninos de mi fisonomía y conseguía transformarme en una putita bellamente provocativa. Encandilaba a las pobres mentes carcomidas por el vicio, con mis palabras rebuscadas y la presencia infantil que atraía los instintos paedofílicos de los anormales que frecuentaba. La atracción era instantánea, me observaban admirados por mi descaro, a pesar de mi niñez; se acercaban; sonreían estupidamente; preguntaban la tarifa y si les convenía se iban conmigo debajo de las escaleras de las casas en construcción o las ruinas de edificios abandonados. Mientras ellos abusaban de mi frágil cuerpo, yo me evadía, transportándome a las plácidas tardes cuando Héctor me enseñaba a escuchar música clásica y oía las sonatas de Beethoven, los preludios de Liszt, el Bolero de Ravel, Scherezade de Rimsky Korsakov y todas las dulces melodías que me trasladaban fuera de realidad, para soportar la miseria humana en acción. Cuando conseguía el suficiente dinero para libar desmedidamente, me cambiaba, guardaba cuidadosamente mis ropas femeninas y volvía a ser una sombra más en la larga fila de los muertos vivos del alcoholismo.

A mi casa retornaba siempre tarde, borracho y mis padres solo atinaban a golpearme en una serie continuada de azotes paternales y cachetadas maternales, sin preguntar siquiera el porqué, ni sentir la necesidad de penetrar en el alma de ese Loquito que transitaba por su casa como un cadáver sonámbulo, sin saber que era la carroña de los buitres que pululan muy cerca de las casas "decentes" como mercaderes del vicio y el placer.

Abraxas sintió un estremecimiento generalizado por la cruda verdad de la vida de Alexis y se percató del rocío matutino impregnado en sus rostros. Vamos a descansar le dijo y subieron a la Gran Ciudad en absoluto silencio, como agotados por el conocimiento de tanta maldad humana.

-IV-

Simón

La noche siguiente se dirigieron al mismo lugar. Contemplaron extasiados el paisaje preferido por ambos: el mar. Alexis recordó, en el preciso instante que Abraxas lo estrechaba entre sus brazos, otro abrazo que lo conmovió con igual intensidad. Le quiso contar a su compañero esa experiencia. Él asintió.

Una mañana que me iba presuroso al mercado para conseguir mi droga líquida, se me acercó un compañero del colegio, que solía ir a estudiar en una bicicleta relucientemente negra. Me dijo te llevo, acepté porque estaba en la misma ruta y quería llegar rápido. Me senté en el fierro transversal delante del asiento y enrrumbamos hacia nuestro destino común. La sensación de sentirme con dos brazos protectores rodeando mi cuerpo sensualmente, nunca la había percibido ; los otros contactos físicos habían sido nauseabundos y monstruosamente hirientes. El inesperado descubrimiento me perturbó, llevándome a un estado de gozo solo comparable a tocar una estrella por segundos eternos de felicidad. Mi mente se obnubiló en ese instante mágico y se me olvidó increíblemente, mi ansiedad alcohólica. Hablamos de nuestras familias. del colegio, de nuestros maestros , del Director Espiritual, del tiempo y del espacio. Conversamos y seguimos conversando hasta que la noche llegó presurosa con su manto cómplice. Le propuse irnos a la campiña cercana. Aceptó de inmediato porque también él había sentido lo mismo que yo y por primera vez en mi vida percibí la extraña sensación de depender de alguien por necesidad espiritual de compañía. Atravesamos la ciudad, pasamos por el mercado de mis angustias y llegamos al campo. Por un instante conocí la paz suspendida de un beso; había besado muchas bocas de hombres y mujeres a cambio de dinero para mi vicio, pero nunca lo había hecho por mi propio gusto y placer. El verde purísimo de mi serranía lucía como una esmeralda radiante cuando él me condujo, a la más alta expresión del amor; ese día recorrí el mejor de los caminos guiado por un potro sin bridas y sin estribos. Se llamaba Simón, tenía quince años y era hijo bastardo de un italiano que había pasado una temporada en mi ciudad.

Simón vivía con su madre, su padrastro y sus hermanos menores en una casa pequeña a cinco cuadras de la mía. Conocí a su madre y me quedé sorprendido por el asombroso parecido que tenía con mi abuela Hortensia, se lo manifesté y me sonrió dulcemente para después soltar una carcajada cantarina, recordándome aún más a ella. Me encariñé como si hubiese encontrado una madre adoptiva y ese bálsamo de paz me cambió por completo.

Simón remplazó mi vicio: alcohol por amor y viví acostumbrándome a sus colores encendidos, a su olor a colonia fresca y al calor de sus manos de poeta. Escribía versos clásicos y modernos dedicados a brindarme gotitas de felicidad en poemas de amor y de vida. Volví a estudiar y terminé mi secundaria ese año. El cambio fue radical, mis padres se asombraron de mi recuperación y creyendo que se trataba de un milagro, me propusieron ser sacerdote. Me negué y seguí navegando en las barcas del amor tratando de demostrar a todos que cuando uno aprende a amar no existe nada más que la persona amada. Fueron los únicos momentos vividos como supongo debe vivir un ser humano: amando y siendo amado. Fuimos amantes sin más ataduras y dependencias que nuestro amor.

El colegio en el que estudiábamos era regido por sacerdotes y la disciplina era férrea, sin embargo, conmigo tenían cierta permisividad debido a que en mis cursos no tenía dificultades para aprender. Sólo tenía dos problemas: el curso de Religión y el de Educación Física. El primero porque yo era ateo desde que perdí a mi abuela Hortensia y a Héctor y en el segundo caso porqué era débil físicamente debido al consumo consuetudinario de alcohol. A pesar de todo pude concluir mi secundaria de manera brillante.

Entre mis compañeros estaba José Manuel de Antoñana, hijo único de la Benefactora más conspicua del colegio, cuya ilusión era ver a su engreído con la medalla de excelencia que se otorgaba al mejor alumno de secundaria. Se lo impedí y esa señora altanera tuvo que venir a rogarme para que cediera mis derechos del primer premio a su hijo. Lo hice pero con la condición de que el discurso de despedida de la promoción fuese mío. Aceptaron y el día de la clausura José Manuel se llevó todos los honores leyendo un discurso elaborado por Simón bajo mi inspiración. Fue un discurso subversivo que jamás pudieron haber imaginado los directivos de esa Institución hipócrita y cucufata. Escribí sobre de la necesidad de hacer de la razón la fuerza creadora de los conocimientos y no el memorístico paporreteo de aquello que los maestros nos enseñan; expliqué la perentoria necesidad que los conocimientos no se debieran vomitar sino regurgitar, analizando críticamente las enseñanzas impartidas. Manifesté que deberíamos ser librepensadores sin que nos impongan una religión como patrón de vida y una moral arcaica como regla suprema de una sociedad injustamente diseñada por las mentes obtusas de políticos interesados en mantener la ignorancia, preparándonos para ser serviles sujetos de sus dictados y así hasta llegar a los pensamientos relacionados con la libertad de cultos. Simón y yo nos regocijábamos cuando las frases penetraban en los oídos virginales de las encopetadas madres asistentes a una seudo ceremonia de premiación.

Mientras que José Manuel de Antoñana leía mi discurso, repartíamos subrepticiamente invitaciones a los egresantes para reunirnos después de la ceremonia y divertirnos sin la presencia de nuestros padres. Todo concluyó y los veinticinco alumnos nos fuimos, a un lugar secreto donde había mujeres y licor. Era uno de esos burdeles que llegaban a mi ciudad desde la capital y se instalaban en las afueras A pesar de que yo era el menor conocía a todos los miembros de ese lupanar. Salinas le decían al proxeneta que explotaba a ocho mujeres jóvenes en su mayoría. Aunque todos sabían que ese no era su verdadero apellido, le llamaban así Se decía que iba de ciudad en ciudad recolectando mujeres que caían en sus redes de tentación. También murmuraban de su afición por los niños y adolescentes. Recuerdo vivamente esa noche porque conocí a un niño que seguía a Salinas por todos lados; pregunté a las meretrices quien era, me dijeron que era su más reciente conquista. Ese niño me miró intensamente y sonrió a lo lejos. Esa mirada y esa sonrisa se quedaron grabadas en la galería de momentos importantes que todos tenemos en la vida. Abraxas soltó una carcajada para después quedar callado un momento, reiniciando sus palabras casi como un susurro: - era Ferruzzo que se hacía llamar Salinas, Ferrer y otros tantos nombres en cada ciudad que recorríamos. Yo estuve presente esa noche y tuve una premonitoria visión de ti y de mí en la mirada relampagueante de tus profundos ojos negros. Luego me obligaron a retirarme y me fui a dormir. Lo que pasó después no lo sé.

Se emborracharon hasta que sus músculos no podían sostener sus cuerpos saturados de cerveza, ron y caña. Algunos se atrevieron a saciar sus deseos sexuales, debutando en las lides del amor comprado. Otros se dieron cuenta que aún no estaban maduros para cambiar la mano masturbadora y cómplice por el sexo húmedo y maloliente de una mujer. Simón y yo no ingeríamos alcohol debido al pacto secreto que hicimos al conocernos íntimamente en la campiña, eso nos daba la ventaja de observar la transformación de esos donceles en bestias atrapadas por la lujuria y el licor ardiente. Fuimos cómplices en esta venganza contra la moral establecida y pagamos las consecuencias. Nos denunciaron por corrupción de menores ante el Comité de Disciplina del Colegio y fuimos censurados y atacados por los moralistas encabezados por el cura Director espiritual. Me llamó "mosquita muerta con carita de ángel", "demonio concupiscente, engendro del mal". Nos prohibieron pisar todo el resto de nuetras vidas, el recinto sagrado de esa institución sacrosanta. Retiraron nuestros nombres de la placa recordatoria de la promoción y nos expulsaron como impurezas contaminantes. " Maldito seas Abraxas" me dijo con voz estentórea el cura hipócrita y me arrojó a la calle. Esa fue la primera vez que escuché tu nombre y me propuse saber algún día quién era aquel maldito Abraxas.

-V-

Aceptación total

La siguiente noche se sentaron más cerca aún el uno del otro... Alexis siguió confesando sus vivencias.

Estuve dos años con Simón hasta que el dinero corrompió su mente inocente y prefirió dejarme para irse con un señor mucho mayor que nosotros; él comerciaba pieles y objetos de artesanía, con mucho éxito monetario. Hombre próspero y de mucho prestigio dentro de su sociedad provinciana, Conoció a Simón y vio en él la posibilidad de renovar sus ansias de amar y ser amado por un joven de cabello negro ondulado y con unas ambiciones de ser algo más que un simple provinciano obrero de fabricas capitalinas sin futuro. Le decían Don Enrique

Un 29 de junio Simón se acercó con una expresión desconocida para mí: el rostro de la traición. Me habló con rodeos, me quiso explicar las ventajas que le proporcionaría Don Enrique; me envolvió con su voz adormecedora, buenas noches le dije buenas noches repitió y hablamos, dijimos, hasta reímos, hoy no sé lo que hicimos, hoy sólo recuerdo lo último, así de golpe, sin remordimiento alguno, me dijo ya no te quiero, mis sienes eran rocas que repetían los ecos de cuatro palabras ya no te quiero, mi boca masticaba sus últimos recuerdos, ya no te quiero. Me acerqué a la distancia en que las palabras se cruzan por la cercanía de los labios y le dije llorando: si estuvimos dos primaveras o mejor dicho dos tristes inviernos matizados con flores de felicidad que mi amor te daba, porqué esta súbita determinación. Bajó la cabeza y no quizo hablar En ese instante me di cuenta que nuevamente me perdía en la desesperación y le dije suplicante, solo dime que me quieres te es tan fácil mentir, miente y así con esa pequeña ilusión iré diciendo por tu vereda, ebrio de pena; las últimas palabras que brotaron de sus labios como gotas de paz fueron, te quiero pero vete, te quiero.

--Abraxas- sé que es cursi y ridículo contarlo de esta manera, pero sucedió así

--Abraxas- hay noches en que el alma, me fuerza a pasar por su vereda, antes pasaba y a veces me quedaba, pero estas noches así solo paso a contemplar su casa y veo en mi recuerdo la última vez que me quedé con él. Esa noche yo llegué feliz porque lo quería, sin presentir siquiera, que una hora más tarde él me condenaría nuevamente a internarme en el brumoso mundo del alcohol y la desolación. .

Anduve como un sonámbulo, recorriendo calles, soportando el frío intenso de la noche invernal, gritando a los mil vientos: cuánto tiempo después de nuestra despedida soportaré tus ojos clavados en el centro de mi vida, cuántos minutos eternos tardarán en desaparecer de mis oídos, los ecos asesinos de tu cruel corazón y cuántos segundos ,cuántos segundos me pregunto yo tardará mi imagen en desaparecer de tu memoria. El aire congelado de melancolías me repetía : tiempo del tiempo, tiempo de tiempo. Abraxas, hasta antes de conocerte anduve noche tras noche murmurando: cuánta distancia tendrán que recorrer los vientos para borrar nuestras huellas de los caminos y cuánta vida y cuánta muerte tardaré para olvidarme de ese amor.

Intenté suicidarme ingiriendo pastillas de un poderoso somnífero, fallé ; solo conseguí despertarme adolorido y frío en el mismo lugar donde creí que el amor hacía olvidar hasta las ganas de beber. Volví al alcohol compulsivamente, mis pasos retomaron al rumbo del mercado, mis ojos se volvieron nuevamente del color del vicio y caí más bajo aún. Nunca más lo vi. Nunca más.

Abraxas lo miró profundamente conmovido, secándole las lagrimas, lo besó con ternura y pasándole los dedos por sus mejillas le propuso olvidarse de esa triste etapa de su vida trashumante.

Alexis sacó de su bolsa un libro con forro de color verde con un título borroso en el que se podía leer aún Aceptación Total; en el que se podía distinguir el nombre del autor: Simón la Madrid y leyó con voz clara bajo la luz selénica reflejándose en el mar:

Se acerca lentamente con la mirada envuelta en otros mundos, casi sin mirar donde pisa. La gente no existe. En el brazo izquierdo una cartera de cuero negro roído por el tiempo y la pobreza: en el derecho su pequeño perro que cariñosamente se duerme junto al pecho flácido y triste. La enigmática figura alargada como extraída de un lienzo desgarrado, se acerca lentamente. El sacerdote da un paso hacia ella (la conoce), apresuradamente le acerca la hostia. Ella la lleva a su boca con sus dedos fríos y una frase que es común entre sus dientes suena en el viento gélido del cementerio:

- una hostia más, un escalón más, un peligro menos

Se aleja con la mirada más lejana aún. Va resuelta enérgica, liberada, con un peso menos en su conciencia.

Su figura forma contraste con la blancura de los nichos. El traje negro es como los epitafios de las lápidas, es una negra inscripción andante.

Sin conocer el rumbo de sus pasos camina lentamente; su andar resuena en el campo santo como el eco silencioso del más allá. Torna los ojos al ver que se acerca un cortejo fúnebre y los vuelve nuevamente hacia el infinito de sus nostalgias.

Sale al anochecer del cementerio y va caminando hacia la gran avenida. Cada paso que da es un acercamiento a la realidad y el respectivo alejamiento de su mundo mítico de hostias, misas y cementerio.

Llega y en una esquina suelta al pequeño perro; saca una manta de su bolso raído por el tiempo y la pobreza; la coloca en el piso; se aleja unos cuantos metros; se prepara para fingir un llanto desconsolado y grita sus desgracias para conmover a la gente que pasa. Cuando hace frío la gente es más caritativa con los ancianos .

Termina la jornada con algunas monedas en el bolso, levanta a su pequeño perro; se dirige hacia el paradero; espera; llega el ómnibus; sube; se sienta; la gente no existe; llega; baja; camina lentamente hacia las casitas de madera pintadas de azul; arrastra los pies; el polvo se posa en sus cabellos mezclándose con el sudor frío de la frente. Llega como cada noche, acostumbrada al mundo oscuro de los barrios marginales. Es fácil percibir en sus ojos y en la expresión de su rostro la conformidad de aquellos condenados a vivir perseguidos por sombras en el alba, sin saber que existe el amor en este mundo.

Abraxas se puso de pie y tomándolo de los hombros a una distancia en la que se podían tocar el alma, susurró un poema suyo: Alexis, mi querido Alexis

Mi alma está latiendo al pie del mar

si la hora circular ha llegado

quién detiene mis nervios.

Nosotros caminamos por el mundo

y siempre retornamos.

Si la hora circular ha llegado,

quién rompe mi equilibrio.

Tal vez tú amigo ignorado,

tú vértice escondido,

¿tú rompes mi equilibrio?,

¿ Tú construyes las rectas que me sacan del aro?,

¿Estas bebiendo el agua para bajar la sal?,

si eres tú amigo,

apresúrate,

ya sube la marea. .

--Alexis, antes de conocerte, sentía una profunda soledad del alma y de la mente, una soledad que se fue gestando de a pocos y se fue asentando definitivamente en mi corazón cuando con el tiempo avanzaba hacia mi madurez total. La época en que deje de ser Abel para transformarme en Abraxas mi corazón se endureció de tal manera que me propuse estar solo, ya que en todas las ocasiones que he querido a alguien, se me ha truncado la felicidad. Te conocí y al comienzo solo pense utilizarte para mis propósitos, pero después se fue desmoronando mi carne en pedacitos de mentiras piadosas y comprendí que en el fondo todavía seguía siendo humano y empecé a comprender tu amor por mí y me entregué a la dulce sensación de los contactos de dos, solo tu y yo contra el mundo indiferente.

--Bendito seas Abraxas-- musitó amorosamente Alexis y lo abrazó con pasión renovada y lloró, pero de felicidad por haber encontrado nuevamente lo que más necesitaba para salir del alcohol: el amor.

-VI-

El colegio de Pepe

Yo he vivido mundos parecidos a los tuyos dijo Abraxas. Cuando tenía 12 años de edad mi padre, un hombre que se había labrado un porvenir basándose en trabajo y esfuerzo propio, decidió enviarme a un colegio de internos, colegio dónde iban los niños incorregibles o aquellos molestosos que estorbaban las peleas continuas de sus padres. Yo pertenecía a ambas categorías y me obligaron a internarme.

Mi llegada al colegio se produjo justamente el día de mi décimo segundo cumpleaños. La primera noche nos llevaron al estadio donde nos desvistieron y nos mantuvieron desnudos hasta la madrugada. Solo aquellos que teníamos una constitución física fuerte pudimos soportar dicho tormento, ya que el colegio estaba situado en las cercanías del mar y el frío invernal calaba los huesos. Fue el inicio de las torturas que teníamos que pasar los ingresantes.

Los alumnos de años superiores tenían los rituales preparados para someternos a los vejámenes.

La segunda noche nos repartieron como mercancía; a cada 4 alumnos nuevos nos asignaron un "padrino", que se encargaría del llamado "bautizo" de los recién ingresados.

Cada "padrino" tenía que someter a las pruebas de "valor", previamente diseñadas a sus "ahijados". La persona a la cual me asignaron, tenía quince años y lo que más resaltaba en él eran sus ojos profundamente negros y tercamente tristes. Por más alegría que aparentaba sentir, sus ojos seguían teniendo el negro color de la melancolía. Era hijo de padres divorciados, de una familia con apellidos que habían llevado un Presidente de la República, un Arzobispo y varios alcaldes de la Gran Ciudad. Había ingresado al colegio para huir de las peleas constantes de sus padres. No le había sido difícil su ingreso, porque el Jefe del ejercito del país era su padre. No estaba de acuerdo con el cumplimiento de las tradiciones de iniciación, pero lo hacía para no perder autoridad ante sus compañeros de promoción. Se llamaba José Luis Benavides del Prado y Ugarte Chamorro. Le decían simplemente Pepe.

La ceremonia se iniciaba con el desfile de los "perros", o sea nosotros, ante el jurado que elegiría el mejor domador de canes. Nos desvistieron y con pinturas de color blanco y azul dibujaron un pantalón y una camiseta, sobre nuestra piel aterida de frío. Las orejas eran globos inflados con agua teñida de color verde fosforescente. Tuvimos que caminar, los cuatro ahijados atados por los pies, a través del lodo que nos llegaba a la cintura. Al perder el equilibrio inevitablemente nos hundíamos en el fango, casi hasta ahogarnos. Los padrinos se divertían cada vez que uno de nosotros perdía el equilibrio y caía nuevamente en la ciénaga artificial, preparada especialmente para la ocasión. A continuación nos bañaban con agua fría, más fría aún que el lodo adherido a nuestros cuerpos y así desnudos nos conducían hacía los W.C. que tenían, a propósito, excremento flotando para realizar la experiencia del "submarino", que consistía en sumergir la cabeza del ahijado hasta producirle un ahogamiento que le inducía a tragar agua con todo lo que llevaba flotando. Al llegar la hora de los "submarinos", ellos se reían tanto que el sonido de sus risas acallaba los lamentos de los iniciados.

Las horas pasaban y una tras otra se iban sucediendo las bromas crueles, los escupitajos, la aberrante presión de quienes se sienten superiores, por el solo hecho de haber ingresado primero a un colegio y haber sufrido en su oportunidad los mismos sofisticados mecanismos de tortura mental y física.

Casi al amanecer y después de una larga jornada matizada con licor y cigarrillos, llegó la hora de la tortura mayor; de entre los cuatro fui escogido para la prueba final: la violación. Cada "padrino" escoge al que considera la persona que no va a protestar ni quejarse ante las autoridades por tal acto criminal. Tengo en la apariencia de mi rostro escrito mi destino y para Pepe Benavides no le fue difícil escoger. En un rincón de los baños y ante la mirada de todos los demás padrinos, las víctimas fuimos sometidas a la dolorosa experiencia de perder la intimidad públicamente y de sentir una piel rasgando tu hombría en un instante infinitamente largo como dura el rompimiento de una pompa de jabón. En ese instante vislumbré mi venganza como si ya estuviera de antemano escrita.

--Alexis siempre he pensado que todo en nuestras vidas esta minuciosamente escrito en algún libro universal, algo así como una gran novela de todos los tiempos y que el único que sabe el principio y final de esa monumental obra sobre la humanidad en su conjunto es lógicamente el que lo ha escrito: el autor. Muchos pueblos han creído que no es uno, sino varios los autores del Gran Drama Universal, pero yo creo que es uno, que goza lúdicamente viendo desfilar a sus personajes. También pienso que están escritos los papeles, pero los actores pueden ser reemplazados en cualquier ocasión, sin embargo la obra continúa inexorablemente hasta el final conocido solamente por el autor, quien sabe cuando será y como ocurrirá.

Después de la iniciación la rutina se instaló en nuestras vidas de adolescentes con ansias de aprender a ser hombres en el sentido que le daban nuestros guardianes del colegio.

A las cinco de la madrugada se rompía el silencio y la paz de los sueños, con una voz que apresuradamente nos obligaba a saltar de las camas y dirigirnos rápidamente a las duchas. Nos bañábamos y realizábamos nuestras necesidades fisiológicas a tal velocidad que aún ahora lo sigo haciendo como un rezago del paso por esa institución. Luego, el proceso de vestirse con ropa de faena nos demoraba pocos minutos y enseguida se iniciaba la pesada subida a los cerros aledaños para cansarnos hasta que los músculos se acalambraran dolorosamente.

Una noche, el escenario estaba preparado para el drama de la venganza por la violación sufrida y en mi consciencia universal sabía de memoria cual papel tenía que representar. Era el actor elegido, lo sabía y me deje llevar por el argumento:

Alexis, si alguna vez has probado el placer oculto, la tentación de una segunda vez es inevitable. Pepe Benavides había vivido la experiencia primera de su sexualidad naciente con una relación prohibida y eso fue su perdición. Me dediqué horas de horas a provocarlo, a insinuarle una posibilidad de repetir la experiencia, a comunicarle con todos mis sentidos que a mí me había gustado esa primera vez y sus deseos se fueron incrementando hasta alcanzar los límites de la desesperación.

Los días viernes todos los alumnos asistían a las 7 de la noche al teatro del colegio, donde se hacían indistintamente actuaciones o veíamos alguna película. Un día viernes del mes de octubre asistió invitado al colegio el Jefe de las Fuerzas Armadas el General Benavides, a una celebración del aniversario del colegio, invitado por ser padre de uno de los alumnos más conspicuos: Pepe Benavides. Durante el día, mi provocación llegó a su límite y ante la insistencia del libidinoso Pepe le propuse, salir de la actuación nocturna, sin que se dieran cuenta y encontrarnos en el baño más lejano para consumar la segunda dulce vez. Lo tramamos todo perfectamente y le juré que esa noche iba a ser inolvidable. Cumplí mi juramento.

La función empezó con la entonación de las sagradas notas de nuestro himno nacional como decía el locutor oficial del evento. Al concluir la canción patria observé que Pepe se retiraba sigiloso por la puerta de escape hacia nuestro encuentro. Yo hice lo mismo pero por la puerta principal como para que todos se dieran cuenta que me estaba escabullendo y logré mi cometido. Me siguieron los tutores principales para ver hacia donde me dirigía y cuando se percataron que otro alumno enrrumbaba hacia el mismo lugar, decidieron estar al acecho para ver qué sucedía. Yo me encargué que el escándalo fuera mayúsculo. Mientras la función en el teatro continuaba aburrida y sosa, en el último baño el Gran Libro se escenificaba una vez más con rigurosa exactitud. Llegamos y Pepe impaciente comenzó a desvestirse apresuradamente, hasta quedar completamente desnudo y mostrando sus inmensas ganas de querer consumar rápidamente su fogosa pasión hacia mí, Yo esperé cauteloso a que llegaran los tutores principales atraídos por mi salida espectacular del teatro. Cuando me di cuenta que ya estaban todos los actores listos inicié la función y me deje arrastrar a la simulada sensación del contacto de las arenas calientes a las orillas del mar y Pepe ardiendo en su lascivia no se percató que habían dos espectadores que en el momento culminante aparecieron encendiendo la luz gritando inmorales, grito que se escuchó al otro lado del colegio, siendo repetido como una consigna hasta llegar a los oídos del General Jefe y padre del desgraciado que se atrevió a deshonrarme una la fría madrugada de hacía seis meses. Corrió hacia el lugar del escándalo conjuntamente con todos los alumnos que se atropellaban tratando de llegar primero para ver a un Pepe Benavides aún erecto y desnudo enfrentarse a su viril padre y a mí también desnudo, cumpliendo las escrituras de la revancha.

Esa noche nos encerraron en un cuarto frío y oscuro para no contaminar al resto de alumnos ya que al día siguiente nos expulsarían en público, para que nuestra salida abrupta del colegio, sirva como ejemplo para aquellos que se atrevieran a violar las normas rigurosas de la institución, Los tutores ignoraban que esa excepción que creían ver en nosotros era la regla dentro de los muros de ese maldito internado. Durante esa noche Pepe me acusaba de haber propiciado este penoso incidente. Yo le repetía que había sido la mala suerte. Me acerqué a él para consolarlo y me di cuenta asombrado que aún estaba erecto y con ganas de la segunda vez. Lo complací por gusto y por lástima.

Al día siguiente se organizó la ceremonia de expulsión del colegio y después prosiguió la expulsión de mi casa. Fue el último día que estuve en un centro educativo y la última vez que mi padre me dirigió la palabra: maricón de mierda me dijo llorando con toda la rabia de su hombría herida, Nunca más vi sus ojos directamente y jamás me volvió a hablar.

 

-VII-

Un Ulises desprevenido

Después que me expulsaron del colegio, anduve por las calles sin saber que hacer hasta que todo cambió el 31 de diciembre de ese año. La noche de aquel día, estando en un misterioso lugar, sentí intempestivamente, un olor penetrante que se introdujo rápidamente en todos mis sentidos, un olor que jamás en mis 13 años de vida había percibido, un olor a incienso pecaminoso y pregunté ¿qué es?. Antes que terminara de hablar ya tenía en mis manos un cigarrillo raro, con palitos de fósforos introducidos en la parte donde suele estar el filtro y el papel manchado como si previamente lo hubiesen quemado con un propósito. Me dijeron maliciosamente fuma y te darás cuenta que no has conocido la vida aún. Los cantos de sirena ante un Ulises desprevenido fueron suficientes para aspirar el humo y aspiré sintiendo un torrente de fuego ingresar implosivamente por mis venas como un fluido de sensaciones eternamente guardadas para los dioses del placer y la angustia. Aspiré y seguí aspirando hasta cambiar mis pensamientos en fracciones de segundo. Me preguntaba por qué solo recuerdo de lo malo queda y la blanca pureza se entierra en la fosa. Aspiraba recordando que un día nací, pasé por el mundo, como pasa un río, tumbándose a golpes: luego me engañaron, conocí a Ferruzzo y desde ese instante gira en mi memoria todo lo que he visto y lo que olvidé. Recordaba también, los tantos momentos que en mi cerebro gritaban las venas de mis pensamientos queriendo sangrar gotas de lamentos. Recuerdos, recuerdos, todo lo vivido son fieros recuerdos y es como si la pena misma se armase de fuego para grabar profundas huellas de recuerdos, para clavar INRIS en todos los cuerpos.

Alexis, ese contacto inicial con la droga envuelta en papel humeante fue desastroso para mi organismo. Vomité hasta los últimos jugos gástricos que me quedaban y la confusión se apoderó de mí. El olor me provocaba náuseas pero quería aspirar más y después de retornar del baño, seguí con el ritual de iniciación. Cuándo alguien comienza en este círculo todos son amables y te ofrecen gratuitamente la muerte lenta. Cuando tú ya eres un esclavo, nadie te brinda ni la oportunidad de aspirar una sola vez. Seguí fumando hasta el amanecer, en ese sexto piso de aquel edificio de departamentos donde en una noche de fiesta y algarabía por el advenimiento de un nuevo año, llevado por la curiosidad y la maña de Ferruzzo, asistí al principio del fin. Me encontré con un mundo distinto al que había conocido anteriormente. Los tragos giraban a manera de un torbellino de mano en mano y las bocas elevaban largas columnas de humo de cigarrillos consumidos sin acabarse completamente. La gente hablaba de modas extranjeras, de viajes realizados, de imaginaciones creadas en sus mentes divagantes, de la irreal estructura de sus pensamientos clandestinos; cantaban letras de cantos no concluidos, mal entonados y yo pensaba el porqué solo recuerdo de lo malo queda y la blanca pureza se entierra en la fosa con un mármol negro diciendo: "prohibido el recuerdo de la vida feliz, de la vida pura". Y ante esta gente no comprendía porque estamos ciegos; porque esa luz limpia que incide en las mentes no encuentra sustancias diáfanas de amor; porqué el hombre cree que el odio y la mentira son lo dulce de su amargo rencor; porque el hombre no ama como quiere Dios.

Mi viaje hacia el fondo del abismo había comenzado ya.

¿cómo conociste a Ferruzzo? preguntó tímidamente Alexis

La noche anterior a esta, caminaba atormentado al haber salido una vez más de mi hogar, mientras que mis padres se dedicaban con un entusiasmo digno de mejor causa a enfrentarse sin misericordia. Caminaba pensando en qué momento esos seres que me engendraron podrían ser capaces de estar sin agredirse mutuamente. Ellos luchaban como en un ritual pagano a los dioses del mal profiriendo las palabras más asquerosas y ofensivas. Eran enemigos irreconciliables en una batalla convenida el día que firmaron un papel que los consagraba como marido y mujer para pelearse eternamente, día a día. Y yo estaba en medio de sus pensamientos y discusiones rencorosas por que no se ponían de acuerdo quién era el culpable de mi degenerada vida, como ellos la llamaban.

Alexis, esa noche los ojos se me fueron llenando de aguas saladas de olvido y sin darme cuenta tropecé con un joven borracho echado en la vereda, que me decía

- niño qué cruel es la vida

Era Ferruzzo,

- niño que cruel es la vida

Repitió balbuceando, emitiendo un tufo alcohólico que embriagaba con sólo olerlo y me sorprendieron esas palabras tan trágicas dichas por un ser aparentemente de buen vivir. Me acerqué, lo recogí. Me agradeció pidiéndome que lo subiera en un taxi con dirección a un complejo de edificios donde vivía. Antes de marcharse me dejó una tarjeta personal y me invitó a la reunión de despedida del año viejo.

Ferruzzo, era el típico burgués venido a menos, que conservaba la esencia misma del snobismo en su vestir y su hablar. Tenía 22 años y no se sabía mucho sobre su pasado; más él siempre hablaba de épocas gloriosas vividas en la aristocracia decadente de la Gran Ciudad. De cabello castaño, ondulado, ojos que semejaban un caleidoscopio por las constantes variaciones de color, ya que cuando estaba triste eran azules, si estaba pensativo se aclaraban hasta tornarse celestes y si se alegraba las chispas brotaban explosivamente de sus pupilas derramando colores variados; Ferruzzo tenía un encanto para conquistar todo espécimen humano y las personas sucumbían inevitablemente ante su atracción física. Su mirada libidinosa era el arma para atraer a las chiquillas ingenuas y someterlas para sufrir el yugo de proxeneta del cual tenía fama. Vivía con ocho jóvenes prostitutas, con las que viajaba por todas las ciudades prósperas del País, haciéndolas trajinar en burdeles de mala muerte, durante una semana en cada localidad. Al arribar a la Ciudad escogida se alojaban en un hotel del centro y salían a pasearse por las calles y plazas principales luciéndose las rameras en actitud provocadora y haciendo saber a los parroquianos que la cena estaba servida en el prostíbulo de la carretera a medio kilómetro de los linderos de la ciudad.

Las prostitutas eran jóvenes que Ferruzzo había seducido Él conocía el sentido provocativo que tenía cada frase que pronunciaba y cómo cada palabra dicha eróticamente tenía de por sí un significado lujurioso e irresistible para cualquier ser humano.

Después de la fiesta de fin de año nos volvimos a encontrar a solas en su departamento. Me llevaron irresistiblemente, las emociones vividas la noche anterior. Llegué y me envolvió en sus palabras, en sus brazos y en su piel. Ya en mis sueños eróticos de niño precoz había sentido una indefinida atracción por el sexo sin distinción de sexos y él me siguió envolviendo en sus ojos, en su boca y en sus cantos de sirena. Fue mi primera experiencia voluntaria de contacto directo con los poros abiertos y húmedos del placer. Y yo me deje seducir y a través de él conocí sensaciones vedadas para el resto de la gente. Me hice un animal de pasiones furtivas y luché contra todos los restos de honestidad que me quedaban; sin embargo, no pude y sucumbí ante la magia destructora de un ser diabólicamente constituido.

Alexis, mi mente no tenía más pensamientos que su voz y su figura. Es que él era como el humo de esos pitillos blancos que aumentando silentes tras de la oscuridad cada vez van creciendo, cada vez crece más hasta transformarse en droga consúmante, mortal. Así era él mi vida, mi aire, mi tortura, mi dulce melodía, mi muerte terrenal.

Decidí huir de mi casa y me fui a recorrer los burdeles de las ciudades y ver desfilar poco a poco la miseria del sexo comprado y los placeres clandestinos. Mi itinerario por las ciudades del placer se hicieron a escondidas de mis padres, ellos que ya estaban separándose y más se preocupaban de sus propios rencores y peleas no se percataron que su hijo único había fugado con una "troupé" de prostitutas, un proxeneta, la droga y las desgracias del mundo a punto de ser derramadas en la mente aún infantil de ese niño que se olvidaron criar cuando comenzaron a pensar en ellos mismos y en nadie más.

Anduve viajando y la rutina de todos los días formaba parte de un régimen casi militarizado. Nos levantábamos a mediodía, para religiosamente tomar un desayuno que consistía en pescado frito con yucas sancochadas, porque decía Ferruzzo que daba vigor extra para la labor diaria. Nos dedicábamos a lavar la ropa utilizada el día anterior para no acumularla sucia, ni viajar con ella. A las 3 de la tarde tomábamos una siesta de dos horas, que se prolongaba a tres en las épocas de calor intenso o frío penetrante. Luego se procedía a la sesión de maquillaje y vestuario. Se acicalaban entre ellas y se intercambiaban vestidos fraternalmente. Llegaba la noche para cumplir el paseo acostumbrado por las calles principales y la plaza mayor de la ciudad, provocando las pasiones en los hombres solteros y en aquellos casados que no hacían actos pecaminosos con sus mujeres oficiales. Era un recorrido seguido por los chiquillos y adolescentes que no podían entrar al burdel y sólo se contentaban con tocar o soñar con las putas más bellas que cualquier mujer de la región. Muchas recibían propuestas de matrimonio, pero Ferruzzo las protegía de cualquier tentación de encarrilamiento que las sacase del yugo al que nos tenía sometido. Ferruzzo convivía tanto con hombres como con mujeres y a ambos les tendía la trampa de sus palabras para conquistarlos. Era un ser aparentemente, protector para nosotros. La primera vez que lo vi caído y borracho la noche que me dijo "niño qué cruel es la vida", comprendí que su carisma me envolvería en una vorágine de pasiones soterradas. Fue la noche que me invitó al edificio de seis pisos en el que vivía con sus ocho mujeres.

Si en el comportamiento de relación con otras personas era un seductor nato, en la intimidad tenía las más inverosímiles ideas de cómo realizar el sexo. Para él el sexo no tenía límites ni en el dolor ni en el placer. Era sádico, masoquista y cada vez avanzaba más su afección hacia el sufrimiento de las personas que caían en sus crueles manos de proxeneta.

Una de las prostitutas, la menor de todas se llamaba Sophía, decía que tenía 18 años, pero siempre supe que no pasaba de los quince. Ferruzzo la había seducido muy niña, a cambio de ayudar a su madre, la gorda Raquel, a curarse de una enfermedad , y ella no se sanó, murió y Sophía tuvo que viajar con él, ya que no tenía con quién quedarse. Ella me aborrecía en los días primeros de nuestra relación de convivencia obligada, se sentía desplazada en la preferencia de Ferruzzo, haciendo lo imposible para denigrarme ante él. Este quiso que nos convirtiésemos en amigos y nos obligaba a compartir la misma cama en el hotel y cuando estabamos en el burdel mientras ella se prostituía en el salón, yo utilizaba su camastro para dormir o leer en las largas noches de placer de las casas de citas clandestinas de las ciudades hipócritas del interior.

Con el tiempo nos hicimos amigos a espaldas de nuestro amo y señor. El pacto secreto de nuestra relación era el silencio cómplice y el ocultar, a como de lugar nuestra relación juvenil en este mundo oscuro y falto de amor.

En poco tiempo la pasión por ese maldito proxeneta paedofílico se fue transformando en un odio que compartíamos Sophía y yo.

Ferruzzo jamás se enteró de esa sincera amistad en la desgracia, hasta el día que decidimos fugarnos. Teníamos dinero hurtado de las ganancias de Sophía que debían pasar a manos del proxeneta. Aprovechando que él estaba tendiendo sus redes seductoras ante una nueva conquista y sabiendo que confiaba en nuestra fidelidad, optamos por huir en el primer transporte que se puso a nuestro alcance y nos vinimos a la capital. Nunca mas volvimos a ver a Ferruzzo, pero ya estábamos infectados con el virus de la drogadicción en nuestras mentes y cuerpos. Llegamos a la Gran ciudad y nos perdimos aún más sin protección ni esperanza.

Ferruzzo siguió viviendo del lucro que le producía el comercio carnal de sus siete mujeres restantes, hasta que poco a poco fue perdiendo el encanto seductor que tenía y el paso de los años lo hicieron cambiar de orientación en el negocio, dedicándose al tráfico de droga en pequeñas cantidades en un primer paso hasta la comercialización mayor de estupefacientes. Murió en el lugar que le habían reservado las maldiciones de las personas a quienes había hecho daño directo e indirecto. Su afición a los licores finos y a coleccionar cervezas de todas partes del mundo lo llevó a construir una casa con un bar sofisticadamente hipertrofiado, en el que el principal atractivo era una nevera gigantesca donde ubicaba las cervezas de su colección. La nevera tenía en su estructura una sección transparente de cristal. Allí Ferruzzo se extasiaba mirando sus cervezas congelándose para poder saborearlas con sus ocasionales jóvenes visitantes.

La ambición de un jovensísimo amante y la lujuria senil lo mataron. Ferruzzo lo encontró recorriendo los lugares de prostitución, lo levantó como solía hacerlo habitualmente y después de haber convenido el pago por sus servicios lo llevó a su elegantemente camuflado antro de sexo y drogas. Allí brindaron por el amor, la muerte tangencial, porque nosotros pasamos por el mundo y siempre retornamos; continuaron agradeciendo a la vida por habernos dado tanto, hasta que de pronto con el rostro desfigurado y haciendo una mueca de pavor, Ferruzzo comprendió que su hora circular había llegado al percatarse de los ojos diabólicos del muchachito. Ojos de alguien que ya había conocido muchísimos años antes en una recóndita noche que necesitaba dinero para drogarse y pidió a gritos la presencia del demonio y se apareció un mancebo con la engañosa figura de un arcángel encarnado y lo drogó y se extasió rompiéndole los pliegues de hombría que Ferruzzo conservaba con fruición.

Lo sujetó del cuello y con una fuerza titánica lo introdujo en la nevera translúcida, la cerró herméticamente. Ferruzzo sufrió con desesperación hasta que sus huesos y su sangre se congelaron. En el último instante lanzó un grito desgarrador y unas palabras ensordecedoras retumbaron en la inmensa casona, robándole la sombra a un ancestral clamor: maldito seas Abraxas.

-VIII-

El callejón de Sophia

La casa de Sophía estaba ubicada en un barrio donde la gente de toda condición económica iba a comprar la droga maldita. Barrio que en los años cuarenta fue el mejor centro de diversión sexual de la Gran capital. Todo giraba alrededor de 9 cuadras, cada cuadra tenía una especialidad erótica, dependiendo del origen étnico de las prostitutas que allí atendían; así había cuadras francesas, italianas, japonesas, chilenas y otras. También existían las de origen autóctono que ocupaban las cuadras menos solicitadas. El auge de este gran burdel callejero fue en los años cincuenta donde todos los jóvenes de cualquier nivel social se iniciaban en la actividad sexual escogiendo a la mujer que sería inolvidablemente recordada por haber despertado en ellos la primera sensación de contacto carnal. Al pasar los años ese mismo barrio se transformó en el principal lugar donde los jóvenes se iniciaban en algo completamente diferente: la droga. Se fue convirtiendo en un lugar lúgubre, peligroso, gris de muerte después de haber sido alegre, colorido, festivo de vida. Las prostitutas viejas y descoloridas tuvieron hijos de padres desconocidos, y estos cuando crecieron iniciaron el negocio sucio de la venta al menudeo de la droga. Los burdeles pasaron a ser callejones tenebrosos a donde llegaba el comercializador mayorista trayendo la "merca" en bolas de un kilo o dos. Esta se raspaban para dar lugar a un polvo amarillento; luego se cernía cuidadosamente y se le mezclaba con sustancias que tenían la misma consistencia. Era muy raro encontrar la droga pura. Se envolvían en paquetitos y se agrupaban por decenas, manteniéndolas unidas con ligas de jebe. Esta era la manera más común de ser vendida.

En uno de esos callejones cuya entrada estaba resguardada de drogadictos ansiosos, que en la ocasión menos pensada eran capaces de asaltar hasta a su propia madre, había una habitación que un tiempo atrás perteneció al padre de Sophía. Estaba en el segundo piso al que se llegaba por una escalera crujiente por lo vieja y trajinada. Nos refugiamos allí, hasta que Ferruzzo se cansara de buscarnos.

Las pocas personas que se percataron de nuestra llegada no la recocieron por la forma tan adulta como ella vestía y solamente nos siguieron por unos segundos con la mirada cristalina. Salíamos cuidadosamente, muy de madrugada, cuando las bestias drogadas duermen los volúmenes de humo aspirados en las frías noches de ese callejón. Ver diariamente a estos drogadictos que habían hecho de sus vidas una caricatura fantasmal de las personas que solían ser antes de iniciarse en el alucinante ajetreo de la adicción, me conmovía enormemente. Eran jóvenes en su gran mayoría, aunque algunos pasaban de los 30 años. Eran pocos los que llegaban a edades avanzadas consumiendo diariamente la fatal afición. Descendían a ese lúgubre barrio de perdición atraídos inicialmente porque allí se expendía libre e impunemente la droga a cualquier hora del día y en la cantidad que se desee. Luego se iban acostumbrando hasta que se habituaban y hacían de ese barrio su refugio, su guarida definitiva.

Partíamos a tratar de conseguir un poco de dinero para apenas comer y tener nuestra provisión de droga y alcohol de todas las noches. Conveníamos en encontrarnos en la plazuela cercana al callejón y comprábamos los cigarrillos negros, los fósforos, la botella de ron, anisado o cerveza y nos dirigíamos a nuestro templo de perdición. Silenciosamente comprábamos los paquetitos de droga en la misma esquina y ocultándonos, evitando las miradas, llegábamos a nuestro escondite para dar inicio al rito repetido de todos los días. Sophía había adquirido la habilidad de armar los cigarrillos ponzoñosos y lo hacia con una facilidad que me hacía pensar qué desperdicio de habilidad manual había en ella. Mientras preparaba el veneno la angustia se iba apoderando de mi mente, de mis venas y de mis vísceras crujientes, esperando el momento anhelado de la primera aspirada, que llegaba como un bálsamo pletórico de ansiedades a lo más profundo de la conciencia. La mente se obnubilaba y los poros hacían brotar sudores reprimidos. La droga penetraba a las células más recónditas de cada uno de nuestros cuerpos y después venía el compulsivo repetir de cigarrillo en cigarrillo en el mismo trajín, con la única diferencia entre ellos, que la angustia iba aumentando dentro del alma. Angustia de seguir consumiendo y paranoia de sentirse encontrados por Ferruzzo o la policía o cualquiera que interrumpiera esta vorágine de humo, palos de fósforo y cigarrillos negros.

Las noches se iniciaban con la mente y el cuerpo esperando la llegada de la primera aspirada y casi siempre los intestinos no aguantaban la angustiosa y larga espera y soltaban su contenido minutos antes de empezar. Todo drogadicto caga antes de consumir la "pasta", que es el nombre con el que la gente le llama eufemísticamente al polvo amarillento que se introduce al cigarrillo de tabaco negro para ser consumido, aspirando el humo que tiene un hedor característico, inconfundible a cuadras de distancia. Al cigarrillo se le descarga de parte del tabaco y se le introduce la pasta, aspirándola desde paquetitos de papel periódico, forma que se la expende al menudeo. Luego se extrae el filtro y se le coloca palitos de fósforo partidos por la mitad. Se retuerce el extremo y se procede a quemar superficialmente el papel. Se enciende y el ritual comienza con la boca que no soporta la lengua moviéndose incontroladamente por el paladar y los carrillos angustiados. Después se van callando las palabras y se entra a una especie de estado de exaltación con un estupor manifiesto y una creciente sensación de ser observados encontrados, vistos y atacados,. Los ruidos se acrecientan hasta transformarse en monstruosos golpes a los tímpanos. La angustia es intolerable y el corazón late tan apresuradamente que no se tiene control sobre los temblores de las pupilas que se cristalizan transparentemente, mientras la piel se torna oscuramente acerada y la boca mastica los últimos recuerdos de la vida buena, de la vida pura.

-Alexis- en ese mundo conocí los personajes más sórdidos y misteriosos que en toda mi vida posterior. Todos tenían una sola idea en común, se estaban suicidando de a poquitos por una fuerza poderosa que se les introdujo en el alma en algún momento de su existencia. Seres buenos en esencia, pero condenados por la presencia maligna en el interior de sus cuerpos de un pedazo de alguien diabólicamente contaminante. Mucho tiempo después comprendí que algún ser maligno sembraba en esos desdichados la necesidad de morirse lentamente. Cada una de estas personas tenía un pasado en el que se mezclaban frustraciones, odios reprimidos y golpes recibidos de sus padres, padrastros o hermanos y comprensiblemente se encontraban inermes ante la mínima insinuación de evasión mediante la droga y el maligno se encargaba de ello, se deslizaba entre los oscuros laberintos de sus mentes debilitadas por la angustia de vivir sin sentido en este mundo despiadado, en el que solo los fuertes podían seguir hacia delante y los hacía caer hasta abismos insondables, dejando a todos sus seres queridos, si es que todavía les quedaba alguno, sin poder comprender que había sucedido.

Yo me separé de Sophía al medio año de convivencia, porque sentí que algo en mi vida podía cambiar; ella por el contrario, estaba en la fase terminal de su caída al abismo sin retorno de la droga. Volvió a prostituirse para conseguirla. Su vestimenta se fue decolorando rápidamente al igual que su cerebro. Llegó a andar descalza y embarazada sabe Dios de quien. Paría a sus hijos muertos y seguía aspirando el humo de su perdición; hasta que una noche se recostó en una esquina y murió con una infección generalizada sin que nadie se apiade de ella. La arrojaron a una fosa común y desde allí sus huesos siguen recordando el momento aciago en que la Gorda Raquel le pidió un favor a Ferruzzo y murió condenándola a la compañía anónima de otros huesos con igual historia.

Cobardemente una noche huí y me fui a vivir con un drogadicto que tenía un departamento lujoso en el principal barrio residencial de la gran ciudad. Se llamaba Nicolás de la Piedra. Él solía venir al barrio del callejón a comprar droga pero no sabía como armar los cigarrillos y cargarlos del polvo letal y solía llevarse a alguno de nosotros para que en su departamento le facilitase la tarea del consumo compulsivo que tenía. Así me conoció y así fui con él varias veces. Era todo rutinario: llegábamos a escondidas, subíamos por el ascensor que daba directamente a su sala de recepción, nos acomodábamos y comenzábamos a consumir y aspirar, consumir y aspirar. La mañana llegaba y me iba con dinero para seguir consumiendo. Hasta que un día cambió la rutina debido a un hecho aparentemente sin importancia: se le se le vino a la memoria el recuerdo de una melodía, buscó afanosamente el disco grabado y comenzó a sonar Para Elisa de Beethoven, En esos momentos tuve la visión de un niño cadavérico, sintiendo un hedor a muerto que no comprendí. Terminó de sonar el piano y le dije el título de la pieza musical. Nicolás me miró sorprendido y en sus ojos se adivinó la interrogante de cómo un drogadicto juvenil podía conocer la música clásica. Me preguntó. Le dije que siempre me había gustado la música clásica porque mi maestra de segundo año de primaria tenía unos discos antiguos de esta música y nos enseñaba detalladamente como escuchar y sentir las melodías de los grandes compositores. Nos hicimos amigos. Él era el último de la dinastía aristocrática de una poderosa familia que ostentaba un poder económico inconmensurable y que Nicolás se encargaba de gastar, pero como su dinero semejaba en número las arenas del desierto, nunca se le terminaba. Me quedé a vivir con él, me vistió y me proporcionó todas las comodidades que no había tenido nunca en mi vida. Tenía una gigantesca biblioteca que me hacía recordar la Biblioteca de Babel de las Ficciones de Borges y comencé a leer todo lo que se me venía en mente. Me dedicaba a devorar simultáneamente libros de todo los temas y a proporcionarle su droga maldita a mi benefactor. Con Nicolás conocí los placeres de la droga más insospechados. En su departamento escuchábamos música clásica, moderna y psicodélica. Consumíamos marihuana, cocaína LSD, anfetaminas y todas las posibles combinaciones que existían entre estas drogas y otras más, así como con las variaciones del tipo de alcohol que bebíamos acompañando los ratos de supuesta evasión.

A Nicolás le gustaba observar a las personas en pleno acto sexual. Era un típico mirón que disfrutaba subrepticiamente de los placeres carnales de sus amigos. En su departamento tenía un dormitorio que prestaba solícitamente a las personas que frecuentaba. El dormitorio tenía un espejo de aquellos que se pueden observar por el otro lado, en la habitación contigua. Nadie, excepto yo conocía el secreto y me invitaba a observar las pasiones carnales más inimaginables que se pueden realizar entre los seres humanos. El no tenía contacto carnal ni con hombres ni con mujeres, solamente se masturbaba compulsivamente observando a sus incautos amigos y amigas.

La convivencia con Nicolás tenía dos objetivos para mí, consumir la pasta gratuitamente y leer toda la fabulosa biblioteca que él había formado, trayendo libros de diversas partes del mundo, en todos los idiomas y de todos los temas. Sin embargo Nicolás tenía preferencia por los libros esotéricos y decía que él era un Gnóstico guiado por un Dios invisible y poderoso. Tenía libros como Las escrituras de Nag Hammadi, Aphocryphon de John, Sobre el origen del mundo, El Testimonio de la verdad, La Hipóstasis de los arcones, El evangelio de Felipe, El pensamiento de Norea, El Apocalipsis de Adán y otros. Los Gnósticos tiene creencias que vienen de Simón el mago que figura en Los Hechos de los Apóstoles y sus creencias son ancestrales desde el Génesis mismo. Leí todos estos libros y Nicolás me fue iniciando en esta religión. Él decía que mi nombre Adán era un signo transcendental en mi vida y yo le creí.

Cuando cumplí los quince años, Nicolás organizó una reunión sorpresiva para mí. Citó a un grupo de sus amigos a un bar estilo alemán que existía en una zona exclusiva de la Gran Capital. Esta taberna era subterránea y todo el decorado era en madera rústica. La cerveza, legítimamente alemana, se servía en porrones de porcelana de acuerdo a la capacidad de consumo del cliente. Se llamaba "El Teutón" y allí me llevó Nicolás con engaños a las 11 de la noche de la víspera de mis quince años. Fue una reunión pletórica de tragos, droga y fantásticas visiones de la podredumbre humana. Nicolás me hizo tres regalos: un libro Demian de Hesse, un disco Carmina Burana de Carl Orff y un joven que se presentó envuelto en platina de chocolate a las 12 en punto de la noche; era Manolo el pintor. Creí realmente que se dedicaba a la pintura y me interesó saber a que escuela pictórica pertenecía y me dijo avergonzado que solo pintaba paredes en las casas residenciales. Fue el regalo que menos me gustó, su único atractivo era su descomunal órgano sexual que le había reportado buenos ingresos entre los amigos de Nicolás. Éste había mandado a confeccionar especialmente para esa noche unos chocolates en forma de penes erectos rellenos de crema batida y los entregaba a todos sus amigos como recuerdo del acontecimiento celebrado. Esa noche comprendí la superficialidad de la gente, la estúpida manera de divertirse y el uso de los seres como instrumentos del placer. Llegamos al departamento de Nicolás y él me sugirió que me fuera al dormitorio de espejos con Manolo el pintor. Mi regalo y yo nos envolvimos en una demostración pública para el delirio de mi protector y sus amigos. Al amanecer, cuando me desperté, por primera vez pensé en salir de este mundo. Me puse a pensar en las posibilidades de existencia sin drogas, sin perdición. En ese momento encendí la televisión y el primer rostro que vi en un primer plano, fue el rostro de una mujer que escuchaba las palabras de un hombre con barba que le decía: su hijo no va a salir de las drogas si es que él mismo no toma la decisión de salir, yo como siquiatra podría tomarlo a mi cargo, desintoxicarlo, cobrarle una buena suma de dinero y entregarlo aparentemente curado, pero eso sería un engaño porque al día siguiente o esa misma noche correría a conseguir su droga, porque en el fondo él no tiene las ganas ni los motivos para salirse de ese mundo. Seguirá Ud. gastando todo su dinero en instituciones, en hospitales, clínicas de rehabilitación, pero nunca llegarán a salvarlo porque él no quiere y mientras el no quiera nada se puede hacer. En ese instante de lucidez me llegó hasta lo más profundo de la mente el sonido repetido de las últimas palabras nada se puede hacer si uno no quiere hacerlo. Pensé Se entabló una lucha entre mi cerebro hedonista y mi mente racional. Y se decidí aliarme a la razón. Me di cuenta que aún conservaba la inteligencia intacta a pesar de las toneladas de humo absorbido y en esencia todavía me podía considerar un ser humano normal. No tomé el acostumbrado trago de los amaneceres después de las juergas. Me angustié y empezó la gran batalla. Cada espacio de mi piel, mi carne y hasta mis huesos reclamaban delirantes la droga tranquilizadora y la angustia iba creciendo hasta límites insoportables, pero los ecos de las palabras emitidas en el televisor sonaban nada se puede hacer si uno no quiere hacerlo y mi mente luchaba racionalizando las pasiones que brotaban por cada poro de mi ser a manera de sudores fríos y salados. La primera jornada fue terriblemente dolorosa, por momentos deliraba y el rostro de la mujer luchando por su hijo se iba transformando en imágenes de vírgenes católicas bellísimas que cambiaban de denominación a cada instante y sus nombres giraban en mis recuerdos sucesivamente. Cada instante recordaba el nombre de alguna Virgen que había conocido por referencias de mi madre o por las numerosas lecturas de la biblioteca de Nicolás. Me fui acostumbrando a pensar solo en imágenes sagradas e increíblemente las sensaciones de angustia desaparecían, mientras que mi mente hurgaba en mis recuerdos nombres de vírgenes. Acumulé más de mil vírgenes que se aparecieron espontáneamente y superé ese día sin drogarme.

El segundo día fue más simple porque recitaba de memoria los nombres de las vírgenes y el tiempo pasaba hasta que pude por primera vez en muchos años dormir solamente de cansancio mental y fue delicioso despertar, pero al mirarme en el espejo, plenamente lúcido, me di cuenta que me había convertido a los quince años en un pálido cadáver con unos ojos acabados por la droga, unas ojeras negras profundas y la mirada indefinidamente triste. Me asusté de mi rostro y lloré con gritos desesperados de dolor profundo por haberme destrozado tan prontamente el espíritu. Recé después de muchos años y sentí una paz interior por el conocimiento de la verdad. Anduve adolorido del cuerpo y del alma. Abrí mis regalos, me puse a escuchar Carmina Burana y a leer Demian de Hesse. En aquel tiempo, que llegaba mi vida a sus primeros quince años, conocí la luz bajo el silencio triste de las sombras dormidas. Conocí la luz que venía envuelta en una novela Demian hecha por el que sería por siempre mi escritor favorito: Herman Hesse. Hesse era un Gnóstico al igual que muchos escritores y filósofos. Me transformó la vida.

-IX-

Demian y Abel

Mi transformación fue dolorosamente gradual hasta el día que conocí a Demian. En esta novela Hesse plantea la trágica historia de un niño encerrado en su mundo de arrepentimiento y pesar, a causa de una mentira, una fanfarronada lanzada a oídos de gente que está al acecho de cualquier debilidad humana para chantajear aprovechándose de la confusión de la víctima causante de su propia desgracia. La simple mentira de Emilio Sinclair lo lleva a extremos de desesperanza tales que se siente el más infame pecador ante sus seres queridos; y es cruelmente chantajeado por un ocasional oidor de su fanfarronada.

Sinclair vive, si a eso se le puede llamar vivir, ensimismándose cada vez más en sus culpas y pecados. Más cuando le parece que todo en su corta vida se ha terminado, que no existe un futuro dentro de la sociedad tradicionalmente cristiana, que el mundo lóbrego en el que había entrado era un vicioso circulo concéntrico, que lo llevaría inexorablemente a la sinrazón circular o la muerte tangencial; se aparece como un ángel salvador salido de la esencia misma de la esperanza redentora: Demian: un ser asombrosamente complejo convertido en protector ocasional de Sinclair y lo salva. Demian salva a Sinclair, en todo el sentido de la dimensión de la palabra salvar, o mejor dicho lo redime, él es su redentor.

Alexis observaba detenidamente como el rostro de Abraxas se iba tornando translúcido mimetizándose con la arena y el mar, mientras seguía explicando su origen:

Demian inicia a Sinclair en el mundo mágico del esoterismo, mundo negado para seres limitados intelectualmente, mundo en el que la imaginación tiene un poder sobrehumano y la gama de criterios solo puede ser entendido por seres pensantes y amplios de espíritu. Le explica la verdadera historia de Cain y Abel, la diferencia marcada que existe entre los seres que piensan y los que actúan, lo peligroso que se torna expresar los pensamientos innovadores en una sociedad proverbial. Le enseña el porqué estos rebeldes, los revolucionarios tienen la "Marca de Cain", signo indeleble que es percibido sólo por aquellos que la posean, como en una secta secreta de impulsores soterrados de la verdad y la luz

Se ocultó el sol y los reflejos dorados del ocaso persistían brillando en los ojos del espléndido Abraxas, quien dirigiendo su mirada al intranquilo Alexis le dijo:

En ese mundo también entré yo de la mano de Demian y dediqué gran parte de mi vida a profundizar las ideas cardinales del esoterismo y la magia.

" Para nacer hay que romper un mundo" decía Demian y definitivamente lo rompí y me aventuré a recorrer los mares de la fe y el milagro de existir. Demian fue también mi salvador, con él empecé a ver el mundo de una manera más iluminada, más transparente y menos dolorosa. Fue mi creador intelectual.

Alexis miraba fascinado y no entendía aún la razón del ambivalente comportamiento de este joven teólogo trashumante e interrumpió.

- Abraxas, yo no entiendo el porqué de la afinidad entre tú manera de pensar y la de Sinclair ambos según afirmas salvados por Demian

Acepté a Demian porque yo había padecido en carne propia el efecto destructor de una extorsión La sufrí durante toda mi primera infancia por el sencillo hecho de ser débil físicamente y viví cruelmente explotado para evitar el maltrato de otros mayores que yo. Ahora eso parece ser elementales juegos de niños ya que las monedas exigidas eran de poco valor, minúsculas e insignificantes, sin embargo, conseguirlas significaba sustraer de mis padres centavos que valían una condena eterna en el infierno de mi propia consciencia.

Me identifiqué con Sinclair y me entregué al pensamiento y las ideas complejas de Demian. Así conocí a Abraxas una deidad a la que se le atribuye la bondad y la maldad absoluta del universo y me envolvió la idea de la ambigüedad de este pensamiento. Un dios que no sólo fuera infinitamente bueno sino que a la vez fuera infinitamente malo.

- ¿Cómo te transformaste en el joven Abraxas? Preguntó Alexis temeroso.

Como ya te había explicado, yo vivía en el departamento de mi amigo Nicolás de la Piedra, pero una noche, en que me hallaba asimilando los golpes que significaron la brutal transformación de mi carácter pusilánime en un ser libre, penetró en mi dormitorio, una sombra gélida con un aliento a vapor de azufre y a rosa en botón, una sombra que a cada instante se transformaba en algo intensamente luminoso y al milésimo de segundo siguiente en oscura frialdad. Reparó en mi presencia agobiada e indefensa y cual fuerza apocalíptica, rompiendo los sonidos del silencio arremetió contra mí; dolorosamente se acomodó en cada neurona de mi cerebro, en cada célula de mis músculos y en cada molécula de mi existencia y fue creciendo como lava ardiente recorriendo mis venas hasta que estalló en mi consciencia un eco repentino de voces que se elevaban en la escala matutina de la bondad, el perdón y en las notas graves bajas tocadas con sordina de cánticos diabólicos sin luz y sin sonido. Así entró en mis átomos más íntimos Abraxas el dios de la luz y la oscuridad: y me susurró al oído

Yo soy Abraxas

esencia matutina de entes catabólicos

que transmuta el viento en alas de paloma.

Espíritu dormido

paciencia sin final

Las voces de mis noches retumban en la escala

y se elevan tranquilas hasta robar la sombra,

a un inmenso clamor

¡ Qué importa la distancia del mar a la penumbra

si en mi más grande entraña se va gestando el mal!

Podrás dorar al mundo su caída sin fin

yo esperando esa hora

retengo entre mis claros

un épico gemir

Qué quieres tú

traer del infinito

a un dios arrepentido

O deseas llevarme a la cumbre de la vida

al átomo escondido de tu resignación

Contesta pues decide

acaso iremos juntos

a pisar las espinas refrescando la hiel

o a retomar del hombre su místico color

nos encaminaremos en eterno trajín

Di

--Alexis- en esos momentos mi entendimiento afloró gloriosamente y la lucidez de mi cerebro, asombrosamente sin daño por la droga, se manifestó nuevamente:

Yo era bueno y era malo y podía concentrar en mí ambas características sin poder discernir que era lo bueno o que era lo malo y vivía así con la dolorosa incertidumbre de esta dicotomía existencial; pero llegó el momento de cambiar y como en una metamorfosis de la oruga que se arrastra en el lodo de la mediocridad y el temor, me transformé en un ser alado, libre de las ataduras terrenales, sublime en su concepción absoluta, y me convertí lentamente en Abraxas y cambié de nombre, de esencia, de materia y de espíritu. Deje la rutina diaria de la droga para siempre y me aleje del departamento de Nicolás. Nací nuevamente y ahora soy el bien y el mal en una sola persona.

Abraxas respiró profundamente y sonrió, alejándose sin dejar huellas en las arenas calientes de las orillas del mar.

Alexis terminó de escuchar de pié las últimas palabras del joven Abraxas y corrió presuroso a buscar información sobre Demian y Hesse. Él conocía a un viejito alcohólico, que coleccionaba libros antiguos y modernos que los compraba a precios nimios a los ladrones de residencias que no sabían que hacer con esos objetos de papel y cartón. Se dirigió hacia él, encontrándolo como siempre en la actitud lejana de los sabios anónimos de la Gran ciudad. El librero coleccionista tenía entre sus libros el Demian de Hesse, en una edición antigua con subrayados de frases, hechas por su propietario legítimo. Al final se veía un manuscrito en el que se comentaba el libro de manera académica:

La historia bíblica de Caín y Abel está profundamente enraizada en esta novela. El tema es usado para explorar la vida de un hombre joven creciendo en Alemania de principios de siglo. La historia del descubrimiento de sí mismo fue hecha con la óptica de las teorías de Jung. Hermann Hesse estuvo, obviamente, bajo la influencia del Dr. Carl Jung cuando escribió esta novela.

La historia se cuenta con una mirada retrospectiva del pasado y al finalizar la segunda página Emilio Sinclair, el protagonista, revela explícitamente este hecho a los lectores. El desarrollo de los mundos del bien y del mal tiene lugar de una manera rápida en la novela. La casa de Sinclair y su familia simbolizan lo bueno del mundo, mientras que casi todo lo que esta fuera de su hogar se consideraba lo malo.

Tal como se narra la historia Emilio Sinclair se encuentra perdido en sus sueños y los límites entre la realidad y la fantasía los mezcla frecuentemente. Debido a sus sueños problemáticos Sinclair lentamente pierde el control de su vida y ésta lo controla a él.

Las pinturas realizadas por Sinclair son simbólicas transformándose de una figura a otra ante sus ojos; algunas veces, en dos o más figuras al mismo tiempo. Un cuadro de Demian se transforma en la madre de Demian o en Beatrice o en él mismo o en un ave. Existen periodos en que las pinturas muestran estas cuatro figuras combinadas y en algunos casos aparecen extrañas formas representativas de todos ellos. Estas combinaciones y transformaciones aun me estremecen hoy en día, pero la imagen más impresionante es la del fuego que Sinclair y Pistorius ven dentro de sí. El brillo amarillo y los colores rojos traen a la mente las imágenes del demonio y su maldad. Cuando Sinclair mira fijamente dentro del fuego él explora su mundo oscuro.

En general el autor cree que para descubrirse a sí mismo uno debe en primer lugar destruir el mundo alrededor nuestro y éste debe ser construido nueva, lenta y dolorosamente. Del sufrimiento viene la redención y es la única manera de experimentar la vida Esta creencia fue simbolizada en las imágenes de un ave saliendo de su cascarón.

Esta idea teológica se origina en una nueva interpretación de la historia de Cain y Abel. Cain tiene una marca no por malvado sino debido a que Dios ha pensado de él como único. Cain es él más fuerte de los dos hermanos y su acción posterior se justifica plenamente.

Demian es un ser extraño que lo sabe todo. Demian corrompe a Sinclair porque le enseña como interpretar la Biblia tergiversadamente. Demian es un ángel contaminador. Demian eleva a Sinclair sobre sus ruinas y le proporcionó su libertad demencial. Demian es un espíritu libre. Sinclair descubre la belleza del mundo alrededor de él gracias a Demian. Sinclair pasa muchas veces del mundo bueno al mundo malvado tratando de hallar lugar en la sociedad. Al final descubre que el mundo debe tener de ambos y con la ayuda de Demian desarrolla un nuevo tipo de dios, el cual es bueno y malo a la vez. Él le llama Abraxas.

Alexis le preguntó al sabio qué significaba Abraxas. El librero reaccionado como sacudido por un rayo le manifestó

- ¿ Porqué me preguntas por ese nombre?

- Porque tengo un amigo llamado así

- ¡Un amigo!

- Sí un joven amigo de aproximadamente 15 años, que se llama así.

- Un joven de 15 años llamado Abraxas, murmuró el librero con la mente en sus recuerdos lejanos:

Pensar que todo empezó con una sinfonía y acabó con un bolero. Comenzó con la Quinta Sinfonía de Dvorak en el avión hacia Aruba y acabó con un bolero clásico, romántico, el de Ravel en el mismo avión, pero de regreso.

El primer movimiento consistió en viajar sin previo planeamiento, rápido, lo más rápido, como presintiendo que en escena deberían entrar cada uno de los actores para representar sus papeles en mi vida apacible de librero que por casualidades no comprendidas aún conseguí en un sorteo el premio para un viaje al Caribe, 6 días y 5 noches. Al ganarlo, sentí la necesidad de liberarme de la presión de mi familia, de mi esposa y mis cinco hijos y viajar para no tener la ocasión de celebrar veinticinco años de matrimonio. Tuve que liberarme de la esclavitud mental que significaba estar físicamente casado sin sentirlo.

Cuando llegué a Aruba me encontré con un mundo nuevo para mis sentidos y despertó en mi las pasiones escondidas que todos llevamos dentro. La primera de esas 5 noches conocí, junto a la playa a Abraxas, un jovensísimo anfitrión que trabajaba en el Hotel donde me alojaba. Me preguntó en inglés, qué hacía tan solo y le respondí, en el mismo idioma, que había llegado en la mañana huyendo de la vida de casado que llevaba en mi país. Se rió a carcajadas porque la respuesta le era común. Le repliqué que en mi caso era cierto y él sin dejar de reir me dijo que en todos los casos era cierto. Conversamos, reímos, dijimos, hoy no sé lo que hicimos, hoy solo recuerdo lo último, así de golpe me propuso acercarnos a la orilla del mar y esa noche rebrotaron en mí, como capullos adormecidos, las ardientes flores del placer. Fueron seis días en el paraíso y emprendí la búsqueda del tiempo perdido como Proust.

Al regreso, escuchando el Bolero de Ravel pensaba: "Ya tendrás en tus manos mis últimas palabras escritas antes de ser expulsado del edén. Te dejé un sobre con un regalo pequeño y la necesidad inmensa de dormir junto a ti; Abraxas mi pena se desboca, se abre, se acrecienta, rompe los diques muertos de la serenidad, es que tú eres como el humo, que aumentando silente tras de la oscuridad, cada vez va creciendo, cada vez crece más, hasta transformarse en pena, lacerante, mortal. Así eres tú mi vida, mi aire, mi tortura, mi dulce melodía, mi muerte terrenal. Déjame pues pensarte desde el fondo de mi mente, para volver a capturarte dentro de mis pensamientos y besarte, besarte hasta morir por ti"

Antes detestaba la música que él bailaba porque no tenía sentido, ni compás; pero 4 melodías repetidas me corroyeron y perturbaron la razón. Si hoy fuera posible vivir con su baile golpeándome los sentidos, al compás de su corazón le robaría la sombra a un inmenso clamor".

Alexis le contó detalladamente su relación amical con Abraxas y el viejo sabio aceptó explicarle el significado del nombre mencionado:

Aunque un nombre tenga para los no iniciados poca importancia trascendental, para los seguidores de lo oculto el nombre es la identificación de la persona en su más sublime esencia, el nombre está intrínsecamente ligado a su mítica sabiduría y a su mente inmortal. El nombre de siete letras de Abraxas es simbólicamente significativo de los siete poderes rayanos. Lo que para el mundo moderno tiene cualquier significado, sin embargo, para los gnósticos ancestrales el simbolismo existe porque al mismo tiempo existen individuos quienes se irrogan la tarea de destruir los registros inteligentes de la filosofía gnóstica.

El nombre Abraxas acuñado por Basilides, el egipcio Gnóstico, es una palabra consistente de siete letras las cuales significan los siete poderes creativos de los siete ángeles planetarios reconocidos por los antiguos sabios. Las siete letras al igual que el número siete, tienen un gran significado en el esoterismo y en la Biblia.

Sampson Arnold Mackey propuso la teoría que el nombre Abraxas está compuesto de dos palabras antiguas: Abir, la cual significa toro y Axis que significa el eje. Para demostrarla, él recuerda el hecho que el movimiento de la tierra sobre su eje, comúnmente llamado alternancia de los polos, da lugar al equinoccio invernal en el hemisferio norte y al equinoccio de verano en el hemisferio sur y estos eventos tienen lugar en el tiempo de Tauro, el toro celestial. Abraxas posee símbolos esotéricos: los cuatro caballos blancos guiados por la carreta de Abraxas significan los cuatro éteres mediante los cuales él poder solar circula a través de todas las partes del universo. Abraxas es en esencia su propio nombre y su destino existencial.

Terminando de explicar el nombre de Abraxas, el anciano le alcanzó a Alexis un libro sobre el origen de los nombres antiguos Los nombres de los Arcones y Aeones y éste por curiosidad fue buscando alfabéticamente los que venían a continuación del de Abraxas; cuando de pronto, descubrió uno que se le clavó en la mente y su corazón se aceleró desesperado, percatándose de un hecho imprevisto, se dio cuenta que su nombre estaba allí también descrito. Se le aclaró la visión lentamente y sus dedos recorrieron letra a letra la palabra ALEXIS, buscando a continuación su significado, sintiendo un alivio profundo, porque encontró un origen griego para su nombre: el que cambia el eje de la tierra, se alegró y cuando se disponía a cerrar Los nombres de los Arcones y Aeones, un escalofrío recorrió su cuerpo, pasando por cada molécula de su ser, sacudiéndolo violentamente con electricidad desparramada en sus millones de células existenciales, al leer acongojado que el nombre, que le habían puesto sus padres hace quince años, significaba el otro yo de Abraxas:

ALEXIS.- nombre griego que significa el que cambia el eje de la tierra; como significado esotérico profundo significa el otro yo de Abraxas. Deriva del complejo idiomático greco - latino alter ego Abraxas, que se fue acortando por el uso común hasta Al-axas y por errores de pronunciación los latinos terminaron transformándolo en Alexis.

Se desmayó y en su viaje por la inconsciencia se repitieron circularmente las imágenes del día que conoció al joven Abraxas.

 

 

-X-

Alexis y Sidartha

Despertando de su desmayo Alexis corrió hacia el encuentro de Abraxas y le conminó a hablar más sobre su vida misteriosa, porque no comprendía las extrañas maneras de comportarse frente a la gente y frente a las circunstancias Este lo miró comprensivamente y le dijo:

A partir del día que conocí a Demian, empecé mi caminata solitaria; voceando sermones en cada grupo humano que se reunía invocando otra religión, acercándome para que me conozcan los mismos seres a quien yo amaba, odiaba, construía, destruía, elevaba y hundía en los abismos de la sinrazón circular y la muerte tangencial: La droga.

Las calles engrasadas de sucias placas negras y los muros despellejados de la Gran Ciudad eran testigos de mis pensamientos maquiavélicos. Tenía la inmensa necesidad de ir introduciendo ideas perversas en las frágiles mentes de los simples transeúntes y les murmuraba maliciosamente: El dios vive delante del sol, el demonio detrás de la noche. Lo que el dios nos incorpora al nacer desde la luz, el diablo nos lo arroja desde la noche. A cada regalo del dios sol, el demonio le añade su destino maldito. Todas las cosas que se reciben del dios sol, generan un acto del demonio. Todas las cosas que se realizan a través del dios sol lo añaden al real poderío del demonio.

Un día, mientras deambulaba por esas viejas calles, me encontré en el mismo centro de un círculo de gente rezando al gran Dios. Ellos creyendo en mi engañosa figura de arcángel encarnado me pidieron:

¨ Háblanos acerca de dios ¨

Los observé y en las recónditas cavernas de mi mente proterva tomé la decisión de deslizar a través de mi lengua viperina la sustancia venenosa de mis palabras y cual muerte que se aproxima sigilosamente sobre un pantano hablé:

El hombre ve lo bueno y lo supremo del sol, el summum bonum y también ve la maldad interminable, el infinum malum, pero yo no lo veo porque soy en mi mismo la vida indefinible, la vida madre de lo bueno y lo malo.

Soy el poder del sol y del abismo eternamente vacío: el mal. Es difícil pensar que pueda desligarme del poder del sol, porque es el fundamento radiante de toda mi fuerza vital. Abraxas es un dios difícil de conocer. Mi poder es muy grande por lo que el hombre no puede percibirlo completamente y no puede verlo debido a que en sus ojos está lo opuesto a este poder. Yo hablo de lo que es santo y venerable pero también de palabras malditas, y digo lo que es la vida mencionando la muerte al mismo tiempo. La vida es cantada por el dios sol. La muerte es murmurada soterradamente por el demonio.

Yo he dado origen a la verdad, la falsedad, lo bueno, lo malo, la luz y la oscuridad, con una misma palabra y en el mismo acto.

Yo soy magnificente como un león en el momento que derriba a su presa.

Soy bello como la belleza de una mañana primaveral.

Soy el monstruo del mundos subterráneos, el pulpo con miles de tentáculos y el doblez de las serpientes aladas y de la locura.

Soy el hermafrodita en los seres más bajos.

Soy el señor de los renacuajos y de los sapos, vivo en el agua y salgo a la tierra, y soy yo quien canta en la medianoche junto a la luna altísima.

La gente que me rodeaba se estremecía ante las palabras blasfemas que emanaban de mi boca y se espantaban de la presencia en plazas y avenidas de un ser tan repugnante e infamatorio como yo, y aún cuando me alejaba seguían repicando en sus oídos los ecos asesinos de una cruel religión

No todos eludían esta telaraña tejida por mí; en algunos este mensaje se impregnaba en lo más profundo de sus consciencias y el alma se les debilitaba, sintiendo un angustioso vacío que los conducía a ser presa fácil de los vendedores de ilusiones, los corruptores disfrazados de sirenas que emitían sus cantos convertidos en humo aspirado de cigarrillos negros con la pasta agazapada, lista para dominarlos. Yo soy el ser traicionero y maligno que introducía en sus mentes sustancias llenas de un hedor nauseabundo, multiplicando esclavos ansiosos de seguir consumiendo hasta morir, sin tener una explicación cabal porqué sucedió en sus personas tal desgracia.

Alexis tenía el pleno convencimiento que Abraxas no era así, porque en su entendimiento no podía concebir la idea de la perversa existencia de un ser totalmente malo, pero que en momentos gloriosos de indescriptible belleza asumía la personalidad de un dios magnificente, bueno en su esencia, con una característica de bondad a prueba de sentimientos adversos y no lo comprendía, no sabía como se podía conjugar en un solo ser la maldad en su plenitud total y la bondad en su expresión más excelsa.

Alexis se preguntaba reiteradamente qué había sucedido con la mente de Abraxas, realmente la droga no había dañado su cerebro, estaba alucinando cada vez que relataba sus predicas diabólicas y una y mil preguntas más revoloteaban por su mente y no comprendía los rasgos contradictorios de su amado protector. Decidió espiarlo, seguirlo sin que Abraxas se percatará de ello.

Sabiendo que Abraxas vivía en el departamento de su amigo Nicolás de la Piedra, lo siguió para ver dónde estaba situado y desde muy temprano, aún cuando la luz matutina no se hacía presente, él vigilaba sigilosamente la salida de su amigo. Abraxas salía exactamente a las 6 de la mañana y se dirigía a un barrio escondido detrás de un gran mercado y en una de esas callecitas escondidas entre mercaderes, se encontraba la puerta pequeña de la entrada a un lugar que aparentemente era una templo. Permanecía dos horas aproximadamente en él y salía hacia otra parte de la Gran ciudad. Alexis entró a dicha puertecita y se encontró con la magnificencia de un templo budista, que permanecía oculto entre las calles viejas del Gran mercado. Al frente se levantaba imponente la imagen de un Buda sonriente en posición sentada. Era una escultura dorada que reflejaba los rayos del sol entrando por las claraboyas del techo del recinto. No había nadie en el momento que entró Alexis, más de pronto se hizo presente un personaje con túnica roja y cabeza rapada que le preguntó cortésmente: ¿qué haces en este lugar a tan tempranas horas?. Alexis no supo que responder de inmediato, pero al cabo de un instante, contestó angustiado :¿ conoce Ud. a un joven de aproximadamente 15 años, que viene todos los días a partir de las 6 de la mañana?. El monje respondió antes que terminara la pregunta: se llama Abraxas y es mi discípulo en el conocimiento para alcanzar el Nirvana y es rutinario en él acercarse diariamente a recibir los mensajes dejados por Gotama Sidartha Buda.¿lo conoces?. Alexis temblando como si le hubieran descubierto su secreto seguimiento se quedó mudo y con un movimiento de cabeza asintió. Es mi amigo dijo a continuación y el monje se alejó con la cabeza gacha hacia el altar. De pronto se dio vuelta y alzando la voz le habló ¿ quieres venir tú con él? . respondió débilmente Alexis y buscando prestamente la salida se alejó del templo como huyendo de sus propios temores.

Esa noche en sus acostumbrados encuentros a la orilla del mar Alexis le preguntó al joven Abraxas: qué significaba Buda para él. Abraxas se sorprendió de la pregunta ¿ porqué ese súbito deseo de conocer mi opinión sobre Buda . Alexis temió que se hubiera dado cuenta de su investigación secreta y bajó la mirada avergonzado, Abraxas lo miró comprensivamente diciéndole:

Herman Hesse escribió otro libro hermoso llamado Sidartha que trata sobre la vida de Buda y su relación con Govinda su alter ego . La filosofía budista nos enseña a desprendernos de todo lo que nos ata a las pasiones terrenales y nos lleva al desarrollo espiritual para la consecución del Nirvana, que es como el cielo de los cristianos. Para los budistas, los seres humanos debemos pasar por una serie de reencarnaciones sucesivas hasta alcanzar la iluminación y así pueda nuestra alma ser liberada de las ataduras físicas. Y son estas dependencias de lo material las que nos causan dolor y enfermedad. Me interesé tanto en esta forma atractiva de ver la vida, que busqué un templo budista en la Gran ciudad y lo encontré cerca del caótico mercado que existe en la zona céntrica. Está oculto y es inaccesible para los no iniciados; algún día te voy a llevar Alexis. Yo voy todos los días a las 6 de la mañana y si nos ponemos de acuerdo y me esperas en la puerta del departamento de Nicolás, el amigo con quien vivo, podrás ir conmigo. Alexis se estremeció con la posibilidad de ser descubierto en su perseguimiento oculto, sin saber que para Abraxas todo es translúcido. Le dijo que creía en él y que no era necesario ir a dicho templo. Los templos no me atraen Abraxas, se justificó Alexis tímidamente. Abraxas le pidió que en caso no vaya con él, lea el libro de Hesse sobre Buda. Alexis le dijo que sí y ni bien se separó de Abraxas fue donde el viejo librero y buscó con él afanosamente el libro. El anciano soñador, mientras buscaban el libro, le fue diciendo que Sidartha había sido un príncipe nacido de una madre viuda que en su juventud no conocía la pobreza de su pueblo y que cuando se enfrentó a esa cruel realidad se despojó de todas sus vestiduras lujosas y renunciando a su posición privilegiada se entregó a la meditación contemplativa, hasta que alcanzó la iluminación y comenzó su prédica, siendo llamado después Buda que significa "el iluminado". Alexis escuchaba atentamente las explicaciones del sabio librero y cuando hubieron encontrado el tomo buscado, se dedicó vehemente a leerlo tratando de encontrar en él una respuesta al comportamiento extraño de Abraxas.

 

-XI-

Big Bang

Alexis no encontró muchas respuestas a sus incesantes preguntas y siguiendo las dudas que perseguían su alma, siguió hurgando en la vida de Abraxas, descubriendo que visitaba otro templo lejano del centro de la Gran Ciudad. Se llegaba por una carretera en dirección a la sierra. Aparentemente sólo se trataba de un bosque frondoso, pero al acercarse, asombrosamente aparecía un recinto religioso donde se distinguía un templo principal y un conjunto de viviendas alrededor. La gente que ocupaba dicho lugar cantaba constantemente con una alegría contagiosa. Me acerqué a un monje, le pregunté que religión profesaban y me respondió: "De la sabiduría Universal", veneramos a Hare Khrisna, el poseedor de toda la sabiduría . El se interesó en conversar conmigo y me explicó sobre la falta de posibilidad de nuestros sentidos para percibir la inmensa realidad del universo: nuestros sentidos son tan limitados que ven, oyen o sienten sólo una pequeñisma porción de todo lo tangible del mundo que nos rodea y tanto el tiempo como el espacio son realidades inalcanzables para nuestros pobres órganos de los sentidos. Somos como ranas dentro de un pozo que queremos conocerlo todo sin saber que cercanamente a nosotros hay un mar inconmensurable para nuestras percepciones limitadas. La ciencia no puede explicar la totalidad del universo; el conocimiento absoluto sólo se puede encontrar el los Vedas libros sagrados de nuestra religión". Le pregunté sobre las otras religiones y me manifestó que no había incompatibilidad entre su religión y las otras.

Me retiré impresionado por la forma tan fácil como llegó su mensaje a mi mente y esa misma noche quise confrontar las explicaciones que me habían dado con la sabiduría de Abraxas y le pregunté sobre la inmensidad del universo y él me explicó así: - el tiempo es la dimensión mágica de la existencia de las cosas materiales e imaginadas de nuestro entorno cósmico. Es el principal invento del Gran Dios o tal vez su esencia misma. Nada se puede hacer fuera del tiempo Alexis. En el campo de la materia y la energía el tiempo tuvo un inicio. La materia y la energía que de acuerdo con Einstein vienen a tener la misma esencia, iniciaron su destino hacia delante en un acontecimiento aceptado por todo el mundo científico actual: el Big Bang la gran explosión forjadora del universo.

En el principio del Big Bang, el tiempo del universo se dispersó hacia el infinito. El infinito es el espacio llenándose de materia en expansión desde un instante maravilloso producto de las manos de un creador o de la inestabilidad de la energía o de la incomodidad de la nada por no ser nada.

Todos están de acuerdo con este inicio de la materia y energía cósmica; pero en lo que no se ponen y considero que no se pondrán nunca de acuerdo, es acerca de lo que existía antes del gran acontecimiento y qué fuerzas fueron las que desencadenaron este evento cósmico.

Alexis movía la cabeza afirmativamente, aceptando de manera implícita lo que Abraxas estaba diciendo y dirigiéndose a él le contó una anécdota: hace poco tiempo estuve escuchando una entrevista pública, sobre el origen del universo, que le hacían a un físico nuclear. Este expuso con gran didáctica y acuciosidad la teoría del Big Bang. Me impresionó sobremanera su planteamiento lógico y convincente; sin embargo, cuando el entrevistador le hizo una pregunta clave: ¿ y antes del Big Bang que existía? El físico nuclear seguro de su sapiencia le respondió tajantemente: la nada. El impertinente interlocutor siguió preguntando ¿ y cómo la nada se transformó en algo? El sabio teórico seguidor de Einstein y Planck le dio la siguiente respuesta: La nada, se ha demostrado matemáticamente, tiende a generar una inestabilidad que se hace creciente hasta que en su máxima expresión genera un gran núcleo condensado de energía que inclusive atrapa a la luz; es tan fuerte su condensación que alcanza un grado tal que necesita liberar esa tremenda energía acumulada y se produce una explosión que la conocemos como el Big Bang o la gran explosión inicial.

Realmente me quede pasmado y con un mar de preguntas creciendo intensamente hasta explotar en los mil pedazos de una duda visceral.¿ La nada inestable?, ¿ La masa condensada de energía atrapando luz?, ¿ Qué luz? etc.

Cuándo en una ocasión leía La Biblia me hice exactamente la misma pregunta ¿ sí la luz es producida por los astros que el Creador los hizo al quinto día, de dónde salió la luz del primer día, la luz del fiat lux primigenio del Génesis?.

Abraxas complacido por la sabiduría precoz de Alexis le siguió explicando: un día que pasaba por una universidad, me entusiasme con la dialéctica de la naturaleza, y me puse a discutir con ateos consagrados en materialismo así como también con creyentes de otras religiones (siempre he considerado al ateísmo como una religión). Les escuchaba que la materia era eterna al igual que el espíritu, que no tenía fin, que nunca había tenido un inicio. Ahora que parece ser que todos los científicos materialistas o no, aceptan que el universo ha tenido un origen, que ese origen es un evento al que denominan Big Bang la gran explosión inicial de la materia compactada en un punto infinitesimal, me alivia pensar cuanto hemos avanzado y cuantas dudas más se han creado sin posibilidad de solución.

Alexis yo creo y estoy convencido que el universo, la materia y la energía tienen un origen. Se calcula en 15 mil millones de años el inicio de la expansión universal. Es el principio del recuento del tiempo espacial. A partir de ese primer segundo se comenzaron a formar los primeros átomos de Hidrógeno, luego los de Helio y el Litio y el Carbono y así sucesivamente hasta los actuales metales pesados y los raros. La materia sigue formándose y el universo sigue expandiéndose. La energía sigue transformándose en materia y la materia en energía. El tiempo del universo hacia atrás no es eterno. Comienza. El tiempo hacia delante debe ser también finito.

Alexis la concepción actual de la física es de tal naturaleza que los conceptos de Newton acerca de las leyes que gobiernan la materia, la energía, la gravedad se ven minimizadas por la Ecuación de Bell. Einstein y los físicos posteriores han reducido a la mínima expresión las explicaciones de Newton. La nueva física es la física de la inestabilidad, de los campos gravitaciones modificando el tiempo, de los neutrinos y de los quarks y la búsqueda del campo unificado.

- Alexis interrumpió las disquisiciones teóricas de su compañero y se puso a hablar: pero esta física moderna nos presenta mayor número de interrogantes, preguntas sin respuestas aparentemente lógicas. De estas, hay una que me intriga enormemente: sí la luz tiene la velocidad mayor del universo y se supone que nada viaja mas rápido que ella ¿ cómo pueden comunicar los espines electrónicos su direccionalidad contraria aunque estén alejados millones de años luz.¿ Es que la información es más rápida que la luz? ¿ De qué está hecha esa información para viajar más rápido que la luz?.¿ o es que la física cuántica no es completa en sus planteamientos?. Preguntas sin respuesta para las mentes humanas.

Alexis... recuerda - le decía Abraxas, mientras le agarraba simultáneamente la mano derecha y la mejilla izquierda - el tiempo es la dimensión mágica de la existencia de las cosas materiales e imaginadas de nuestro entorno cósmico. Es el principal invento de Dios o tal vez su esencia misma. Alexis, el tiempo transita inexorablemente lento para el pesimista, raudo para el optimista y para el suicida el tiempo se acaba simplemente como una pompa de jabón.

Alexis se quedó estático, interesado, pensando en todo lo que había conversado profundamente con su admirado compañero y se alejó recriminándose el porqué de sus dudas y el porqué no confiar en Abraxas plenamente. Siguió caminado solo con sus ideas y las punzantes dudas eclécticas atravesando su mente juvenil. De pronto llegó un pensamiento dolorosamente iluminador: ¿será Abraxas un megalómano, trastornado por el consumo de las drogas , que cree que un dios ha reencarnado en él?. Pensó hasta sentir que el cerebro le hervía insoportablemente y decidió lo más pronto posible llegar a la verdad. Se fue corriendo a perderse entre los incógnitos transeúntes de la iluminada Gran Ciudad.

-XII-

La Gran Cueva

La búsqueda de la vida secreta de Abraxas impulsó a Alexis a seguirlo en su rutina. Ya sabía que iba temprano al templo budista, de allí se dirigía hacia los Hare Khrisna , para después regresar a la Gran Ciudad e ir al sitio más miserable de la urbe. Para llegar a ese sórdido lugar se tenía que atravesar una gran extensión de terreno lleno de matorrales, con senderos conocidos sólo por los habitúes . Al terminar el laberinto de caminos a través de la maleza se llegaba a un edificio de tres pisos de alto , de una manzana de extensión, en la que sólo había una entrada que accedía a unas escaleras en espiral, que comunicaban con todos los pisos e interiores. Todo el que llegaba sólo podía ingresar al edificio por esa gran puerta. Cada piso tenía un largo corredor que comunicaba con las habitaciones que no tenían ventanas al exterior, sólo poseían pequeños agujeros hacia el oscuro corredor. En el tercer piso no había salida hacia la azotea. Todo en ese lugar era lúgubre.

Alexis se demoró varios días en poder llegar allí sin perderse en los intrincados laberintos de cardos y rosales, arriesgando su vida. ¿Qué hacía Abraxas en ese edificio tan extraño? ¿Quiénes eran los habitantes de ese lugar tan tenebroso? ¿Qué hacían allí?. Esas y otras preguntas más rondaban por el cerebro intrigado de Alexis.

Esa noche decidió preguntarle a Abraxas sobre ese extraño recinto, ya que le era imposible entrar en él a través de su única puerta sin correr el riesgo de ser visto; pero Alexis temía por la reacción que podría tener Abraxas al ver descubierta una parte de su soterrada vida. Eran tantas las preguntas que se hacía, que decidió afrontar las posibles terribles consecuencias de su curiosidad y le lanzó de golpe la pregunta. Abraxas sonrió y mirándolo desde muy cerca le dijo:

- mi querido Alexis, quiero que te prepares para conocer la verdadera esencia de las cosas y así contestar todas las preguntas que están dando vueltas por tu mente infantil.

Alexis se intimidó hasta el punto de empezar a temblar como cuando iba al mercado a beber su veneno líquido, allá en su ciudad natal. ;temblaba tanto que los dientes le rechinaban y se arrepintió mil veces de haber provocado la ira oculta de Abraxas. Se sentó en la orilla, colocando los pies en el agua fría del mar negro, esperando las palabras reveladoras de su amado arcángel reencarnado, en la noche oscura de la verdad. Para nacer hay que romper un mundo y para romper el mundo hay que conocerlo, empezó Abraxas, prosiguiendo: el conocimiento de este mundo está escrito en el "Libro de los Arcones y Aeones" redactado hace miles de años por nuestro Padre Universal. El conocimiento profundo de este libro te proporciona la luz de la sabiduría absoluta. Esa luz me permitió ver que serías parte de mí en algún momento, que me seguirías y que por último me amarías tanto que la muerte no sería importante para ti, porque vivirías eternamente junto a mí. "La Gran Cueva" como le llamamos a ese edificio incomprensible para tu mente inquisidora, está diseñado para que las personas iniciadas aprendan a moverse en la oscuridad total hasta llegar a caminar sin tanteos, ni caídas. En ese periodo de entrenamiento escuchan a través de unos parlantes ocultos en las paredes, los versos del libro sagrado de los Arcones y Aeones; así como también, el punto de vista ortodoxo de la Biblia, especialmente el Génesis, en el que Adán y Eva fueron considerados como figuras históricas y axiomáticamente como los ancestros de nuestra especie. Y es a partir del relato de su transgresión que los maestros ortodoxos dedujeron una específica consecuencia moral denominada "la caída" de la raza humana debido al pecado original. Otra consecuencia es el status rebajado y moralmente ambivalente de la mujer que conspiró con la serpiente para la desobediencia en el paraíso terrenal. Los maestros ortodoxos enemigos de los Gnósticos, como Tertuliano, escribieron sobre los miembros femeninos de la comunidad cristiana y decían que las mujeres son la puerta del demonio, son "aquella" que persuadió al hombre, "aquella" a quien el demonio no la atacó; decían ¿ saben ustedes que es cada una de las mujeres?, una Eva. Y creían que la sentencia de Dios sobre su sexo siguía vigente en esta era; la culpa, necesariamente, sigue vigente también.

Alexis, me entusiasma tanto lo que se hace en " La Gran Cueva", que me salgo de mi explicación para ilustrarte sobre los gnósticos, dijo Abraxas . Alexis le pidió que siga explicándole sobre Eva y las mujeres para así de esa manera desviar su atención esperanzado en que Abraxas se olvide de su pregunta acerca de "la Gran Cueva".

- Los cristianos Gnósticos, quienes siguen las escrituras del Nag Hammadi, no interpretan el Génesis como una historia con una moral, sino como un mito con un mensaje. Para ellos Adán y Eva no son figuras históricas reales, sino representan a dos principios intrasíquicos dentro de cada ser humano.: Adán es la envoltura de la psiquis o el alma, mientras Eva es el pneuma o espíritu. El alma para los Gnósticos, significa la envoltura de las funciones emocionales, del pensamiento y de la personalidad, mientras que el espíritu representa la capacidad humana para la consciencia espiritual Obviamente, Eva es entonces por naturaleza superior a Adán, más que un ser inferior como implican los ortodoxos. Alexis, en el libro gnóstico "Origen del Mundo" se encuentran mayores ampliaciones sobre este tema. Allí se dice que Eva, cuyo nombre mítico es Zoe, que significa vida, es conocida como la hija y mensajera de la Divina Sophia, la hipóstasis del Dios jefe supremo. Se dice que Sophia envió a Zoe, su hija, quien es llamada Eva, como una instructora para que ella pudiera elevar a Adán quién no tenía un alma espiritual.

Abraxas se percató de la trampa intelectual que le había tendido Alexis y mirándolo fijamente murmuró: no creas que quiero salirme de la explicación de "La Gran Cueva" y siguió hablando: te estaba diciendo que a través de parlantes colocados en las paredes los iniciados escuchan la verdad del gran "Libro de los Arcones y Aones" y cuando logran aprender de memoria todos los capítulos relacionados con sus vidas son devueltos a la calle para ser los mensajeros de la sabiduría universal. No preguntan, solo escuchan los sonidos cadenciosos de los versos decasílabos del gran libro y se abstraen a tal grado que sus cuerpos se vuelven intangibles y etéreos.

Alexis interrumpió ¿y cómo se consigue el ingreso a la Gran Cueva?. Abraxas molesto por la impertinencia le respondió abruptamente : tú nunca vas a entrar porque yo no lo quiero. Alexis murmuró entre dientes ya lo verás.

Abraxas retomo a su calma habitual y le siguió explicando que para entrar en la Gran Cueva se necesitaba una contraseña, por ejemplo le dijo la de esta noche de luna llena, es una palabra relacionada con un rey legendario, que tenía a su mando un grupo de caballeros que se reunían alrededor de una mesa redonda y era asesorado por un mago. Alexis fingió no escuchar lo último dicho por Abraxas sobre la señal para el ingreso de esa noche en la Gran Cueva y tratando de desviar su atención le propuso caminar por la orilla del mar, contemplando la increíblemente brillante luna llena. Este aceptó sabiendo que Alexis sí había interpretado rápidamente su mensaje en clave.

Anduvieron varias horas , hasta que Abraxas decidió despedirse para así dar inicio a la representación de la escena final de su historia de amor. Se fue perdiendo en la noche brillante y su silueta iba desapareciendo como la de un arcángel reencarnado alejándose hacia la eternidad.

 

 

-XIII-

La hora circular

Alexis había estado tramando todo lo que haría al alejarse Abraxas, desde el momento en que pensó que la clave de ingreso a la Gran Cueva era Arturo. Lo siguió a una prudente distancia y tras pasar los espinosos caminos , se encontraron frente a la única puerta de acceso. Se aproximó Abraxas y dijo la clave secreta. Alexis logro escuchar las últimas sílabas de la contraseña bur. La palabra que había pensado no terminaba en bur, terminaba en uro. Conociendo de memoria el sonido y la pronunciación de las palabras de Abraxas, pensaba que podía haber un error en su clave de acceso a la Gran Cueva. Pensó en el rey Arturo, Cametot, Merlín, Güeniver, Sir Lancelot, Morgana; pero ninguna palabra relacionada terminaba en bur. Más de pronto se acordó de la Reina de las Aguas, entregando una espada poderosa y en su mente apareció como un destello fugaz el sonido musical de la palabra Excalibur. Esa era la contraseña.

Llegó a decir la palabra mágica que le abría la puerta del secreto mundo de Abraxas. Entró temeroso y poco a poco se fue apoderando de él un miedo pánico que le turbó la razón y el entendimiento. La Gran Cueva era el más grande fumadero de pasta que había visto u oído hablar jamás en sus quince años de existencia. Todos los cuartos estaban llenos de cadáveres vivientes, espejos deformados de los seres humanos que alguna vez fueron, inermes criaturas andrajosas, con piel acerada y el pelo grasoso. Cada cierto tiempo se acercaban a los recintos del vicio, jóvenes vestidos con túnicas largas con apariencia de monjes tibetanos, que portaban bandejas donde se podían encontrar cigarrillos negros y el polvo amarillento de sus angustias. Fumaban y seguían fumando sin importarles nada de lo que pudiera estar sucediendo alrededor de ellos. Ese rito descrito por Abraxas, cuando era Abel, se le reveló de una manera persistente, invadiéndolo de una cólera que le recorría todos los extremos de su débil cuerpo. Mientras preparaban el veneno la angustia se iba apoderando de sus mentes, de sus venas y de sus vísceras crujientes, esperando el momento anhelado de la primera aspirada, que llegaba como un bálsamo pletórico de ansiedades a lo más profundo de la conciencia. La mente se obnubilaba y los poros hacían brotar sudores reprimidos. La droga penetraba a las células más recónditas de cada uno de esos cuerpos y después seguía el compulsivo repetir de cigarrillo en cigarrillo en el mismo trajín, con la única diferencia entre ellos, que la angustia iba aumentando dentro del alma. Angustia de seguir consumiendo y paranoia de sentirse encontrados por cualquiera que interrumpiera esta vorágine de humo, palos de fósforo y cigarrillos negros.

La presencia de Alexis pasó desapercibida y así pudo transitar libremente por los diferentes recintos del monstruoso edificio. Alexis pudo comprender en su viaje por el interior de ese antro del vicio, que Abraxas estaba desquiciado por la droga, que nunca la había dejado, que todas sus enseñanzas eran producto de su mente torcidamente megalomaniática y que su labor de arcángel reencarnado sólo era un disfraz para su negocio sucio de la drogadicción. Comprendió también que las palabras envolventes con las que lo había conquistado, eran las mismas que iba diciendo a todos aquellos incautos como él, que creían todavía en la sinceridad y los sentimientos buenos de las personas.

La mente de Alexis era un enjambre de madejas y quiso huir despavorido de ese fétido lugar, pero una mano fuerte lo cogió por los hombros paralizándolo de miedo. Era Abraxas mostrando su verdadero rostro, lanzando palabras filosas, que herían los sentidos a flor de piel del pobre niño hombre que se atrevió a descubrir sus secretos. Se quedó mirando fijamente a sus ojos transparentes y le preguntó con voz débil Abraxas ¿y el "Libro de los Arcones y Aeones"? Abraxas soltó una carcajada salida de la ultratumba de su alma proterva y le dijo. El gran libro existe, ha sido escrito por el Señor del Mal, el demonio como tú lo conoces. Alexis, el creador del mundo y de todo el universo es el Señor del Mal, él creo la vida y al hombre lo hizo a su imagen y semejanza como dice la Biblia. La historia de la humanidad es una historia del triunfo de este Gran Señor de la oscuridad. Los seres humanos somos malos en esencia y por eso nos gusta el mal, no nos gusta escuchar las palabras de bondad, ni de amor que proclaman algunos ángeles rebeldes que osaron separarse del mal y se atrevieron a lanzar pensamientos de vida pura, de vida limpia. Alexis, ese Señor del Mal esta dentro de ti y de mí y nos ha escogido para seguir sus rituales de maldad absoluta. Todo está escrito en ese Gran libro, tu vida, mi vida y la vida de todos sus criaturas. Así funciona todo este gigantesco drama de maldad, que es la vida.

Alexis se llenó de un temor aún más profundo y pudo ver en su mente pasar las imágenes de su azarosa vida: la muerte de su abuela Hortensia, la violación en su infancia, la muerte de Héctor ,el sacrificio de Alcibiades, la huida de Simón, sus noches de espera para ir al mercado a libar el veneno, la prostitución de Marisol y todos los momentos desdichados de su vida. De pronto se dio cuenta que por su mente también pasaban los recuerdos del sádico Ferruzzo, la muerte de Sophia, la vergüenza de Pepe Benavidesy y los espejos de doble cara de Nicolás de la Piedra ; pero sobre todo le golpeaban las sienes, los instantes en que descubrió, en el libro proporcionado por el viejo librero, que Alexis significaba el otro yo de Abraxas. Allí en ese preciso instante Alexis comprendió que ya era demasiado tarde, que no podía escapar de su triste realidad y que solo le quedaba solicitar la última gracia del condenado a muerte. Abraxas se la concedió.

Las noches que tardaron en conocerse profundamente, duraron sólo un mes, el cual pasó aceleradamente hasta la aparición de una nueva luna llena. Ambos ansiaban que el tiempo de la ilusión no se acabara, pero inexorablemente llegó la hora final.

Alexis se acercó lentamente a la sombra de Abraxas, reflejada por la luz de una luna inmensamente hipertrofiada. Le dijo el poema ritual de los encuentros y repitió la dulce rutina de acomodarse sobre el pecho desnudo de su amado. Se unieron intensamente, sin presintir siquiera que una hora más tarde acabaría su extraña relación.

Hablaron, rieron, dijeron, más en un instante infinitamente pequeño, de golpe, empezó a cumplirse lo que los dos sabían: que todo estaba escrito en el "Libro de los Arcones y Aeones" e inevitablemente los gnósticos debían cumplir las profecías, aunque de por medio existiese un gran amor incomprendido.

En una telaraña de piel Abraxas fue envolviendo el frágil cuerpo de Alexis, hasta quitarle la respiración de a pocos. Este confiaba que esa fuerza constrictora fuera una simple demostración de la pasión que sentía Abraxas por él. Sin embargo, las manos de su amado libertador se juntaban más y más sobre su cuello desnudo. El aire se le iba acabando y lentamente se fue dando cuenta que la única manera de seguir viviendo con Abraxas era en algún lugar de los recuerdos de su mente diabólica y le pidió murmurando un contacto de sus labios para morir sin luchar y así ocupar el rincón que Abraxas le había reservado en su cerebro. El joven profeta sentía que estaba cumpliendo las escrituras gnósticas y mirando a través de sus ojos transparentes fue comprendiendo que las personas refugiadas bajo su sombra nunca tienen la ocasión de escaparse, así hayan penetrado profundamente en su alma.

Desde el día que conoció en la playa a Alexis, sabía que éste se perdería trágicamente en sus palabras de arcángel rebelde y sucumbiría sin protestar en el abrazo final de su existencia fugaz. Alexis murmuró sus últimas palabras con la convicción de aquel que se sacrifica por la causa final de su amado salvador:

Abraxas tú has sido el único gran instante de mi vida que valió la pena vivirlo y después de haber bebido de tus fuentes del saber y el placer me entrego a la muerte para vivir eternamente en tu memoria. Murió sin quejarse ni luchar.

Abraxas lloró gritando su melancolía y por su mente desfilaron las imágenes de los días y las noches en que su espíritu compartió con Alexis la esencia misma del universo: el amor.

Incineró su cuerpo y las cenizas las arrojó al océano azul, en el mismo lugar donde una tarde lo conoció bajo el sonido musical de Para Elisa, experimentando la dulce sensación del contacto de las arenas calientes en las orillas del mar y empezó a amarlo para toda la eternidad.

Abraxas entendió en un solo instante que se dedicaría a ser un ángel rebelde del Señor del Mal, porque había conocido el amor en su máxima demostración: dar la vida por la persona que se ama.

 

 

-XIV-

Mi Angel Gabriel

El viejo Abraxas caminaba por la playa en un invierno más frío que su alma atormentada, con la soledad de saber que nunca jamás volvería su corazón a abrirse para recibir las buenas nuevas del amor. Había jurado a su propia mente no pensar jamás en sueños de compañía amorosa, se había propuesto para siempre no pretender conocer nuevamente los contactos de los sentimientos a flor de piel. Sin embargo, perdió toda la calma de su vida ya madura cuando una tarde, en la misma playa que hoy pasea su tristeza a cuestas, conoció al ser más hermoso que jamás sus ojos habían visto. La ansiedad se apoderó de su desierto corazón y volvió a soñar. Angel Gabriel lo llamaban por la luz que emergía de su sonrisa cuando quería conseguir lo que deseaba y verdaderamente para el viejo profeta era un ángel reencarnado en la tierra. Con los ojos transparentes, contemplando las olas, volviendo a escuchar las sinfonías del mar en la oscura noche de sus recuerdos, el viejo Abraxas inició así un sueño de cinco meses y veintiocho días.

Conoció a Angel Gabriel cuando una tarde de verano quiso ir a ver el mar y sostener una larga conversación con su pesada soledad. Estaba a punto de partir, a seguir la rutina diaria de trabajar y retornar a su hogar con los problemas de todos los días y todas las noches, cuando se acercó Angel Gabriel a preguntarle si vivía cerca al centro de la Gran Ciudad y si lo podía llevar a su casa ya que el dinero que tenía se le había extraviado. De primera intención el viejo Abraxas lo rechazó porque no quiso comprometerse en subir a una persona desconocida a su automóvil; Sin embargo un impulso desconocido le indujo a soltar el cinturón de seguridad y bajó. Le dijo agresivamente -qué, ahora se utiliza como pretexto para abordar a alguien, preguntar por un sitio determinado, para así iniciar una conversación o quizás seas uno de esos chiquillos que quiere conquistar a un hombre maduro para explotarlo. Conmigo te falló esa estrategia, así que mejor buscas a otra persona que te lleve, porque yo no permito que nadie suba a mi carro y menos una persona que se acerca de buenas a primeras a abordarme con pretextos tontos. Angel Gabriel sonrió, lo miró detenidamente y con una voz celestial le dijo: - Señor en ningún momento he tenido la mínima intención de ofenderlo ni pretendo inmiscuirme en su vida, yo sólo quería que me lleve al centro porque me pareció haberlo visto cerca de mi casa. Y mirándole dulcemente a los ojos murmuró: - No desconfíe de todos, ya que hay personas decentes que pueden pedir favores sin segunda intención. El viejo Abraxas se quedó perplejo y sin capacidad de respuesta, bajo la cabeza hasta la altura de su vergüenza y le pidió disculpas. Conversaron animadamente. Angel Gabriel le contó su diaria rutina de correr tabla por las playas del litoral de la Gran Ciudad. Coincidentemente, ese día no le correspondía ir a esa playa ni al viejo Abraxas acercarse al mar, pero ambos ya sabían , en lo profundo de sus pensamientos que la vida es una gran obra de teatro en la que los actores tiene que entrar a escena en el preciso momento, para que la función continúe. Sabían que no era decisión de ellos hacer de esa obra una tragedia, un drama o una comedia; solo tendrían que representarla fielmente. Sin embargo, Angel Gabriel y el viejo Abraxas decidieron hacer una historia de paz, de gozo y de amor intensamente vividos, creyendo cambiar lo escrito en el "Libro de los Arcones y Aeones".

El viejo Abraxas se encerró en su mente pensando cómo poder explicar el nacimiento de un amor en el sentimiento acabado de un hombre, sin más recuerdos que las lejanas noches marinas contemplando las estrellas alineadas en los ojos de Alexis. Cómo conseguir que vuelvan sus propios ojos a fabricar lagrimas de felicidad y de emoción, si ya la sequía se había declarado por siempre en ese par de testigos de las miserias humanas. Sin embargo Angel Gabriel lo consiguió. El viejo Abraxas lo llevó hasta su casa y se citaron para el día siguiente. Esa noche comprendió Abraxas la relatividad del tiempo y recordó sus propias palabras dichas a Alexis: el tiempo es la dimensión mágica de la existencia de las cosas materiales e imaginadas de nuestro entorno cósmico. Es el principal invento de Dios o tal vez su esencia misma. El tiempo transita inexorablemente lento para el pesimista, raudo para el optimista y para el suicida el tiempo se acaba simplemente como una pompa de jabón.

Las horas que lo separaron, la primera vez de Angel Gabriel, fueron eternas. para el anciano profeta. Lo volvió a ver y su mente evocó a Neruda, diciéndose calladamente: cómo no haber amado su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos. Cuando llegó, le susurró al oído que siempre había soñado con volver a ir a un peñasco a la orilla del mar, dónde la orquesta de la naturaleza toca las sinfonías más espectaculares cuando se va acompañado de la persona amada. Fueron. La música sonaba como un arrullo angelical penetrando en el corazón del viejo Abraxas. En uno de los silencios, los ojos de Angel Gabriel traspasaron los suyos y una comunión de a dos se hizo presente irradiando su luz hacia la infinita negrura de la noche invernal. Fue el inicio.

El final fue en el mismo lugar y bajo la misma música divina del mar en movimiento.

Lo fue a recoger al lugar donde estudiaba internado. Esperó tres horas pensando en la alegría de verlo después de quince largos días. Salió, se acercó a su automóvil y sin decir palabra alguna acomodó sus maletas y se sentó mudo e impertérrito. Abraxas lo miró y en ese instante, de golpe comprendió que el final había llegado y que era necesario iniciar los ritos del adiós. Mentalmente repitió: hay que preparar las barcas del adiós y la ceremonia se inició con las frases rituales:

--Qué pasa, me parece que algo te está sucediendo.

--no me pasa nada, solo estoy cansado.

--esa es la típica respuesta de todos los que sí les pasa algo.

--no me pasa nada, sólo estoy pensando en mi futuro.

--tú futuro...

--si, he decidido cambiar mi modo de actuar a partir de ahora.

--porqué

--porque no quiero salir del internado durante largo tiempo para poner en orden mis ideas.

--No sé a que te refieres, si tanto confías en mí, dime a que se debe esa decisión.

--No quiero hablar nada contigo ni con nadie. He decidido no salir por los problemas que tengo.

--Pero qué problemas pueden ser tan graves como para que dejes de ver a tu madre que está muy enferma y sabes la gravedad de su mal.

--Mi madre está de acuerdo con esta decisión.

--No te creo, ! Me estás mintiendo cruelmente!.

En ese instante, el viejo Abraxas comprendió que el problema era él y empezó a darse cuenta que se iba desmoronando en pequeños pedacitos y que su vida se esfumaba en el instante eterno de saber la verdad.

Detuvo su automóvil y lo miró fijamente.

--Cuando nosotros iniciamos nuestra relación convenimos que no diríamos mentiras y no haríamos escenas dramáticas. Así que yo estoy sereno y no voy a perder la calma que he acumulado en tantos años de batallar en estas cosas.

--Abraxas, no es conveniente que me vean con un hombre mayor que yo, la gente habla y murmura sobre la naturaleza de esta relación.

--Mi Angel Gabriel, esa nunca ha sido razón alguna para nosotros, porque si de eso se tratara no me hubieras aceptado al conocerte y es más, tú me dijiste que nunca cambiaría tu opinión acerca de mí y me aceptarías como soy, con la edad que tengo y te creí. Viví confiado en tus promesas, sin preocuparme de nada acerca de tu lealtad y de tu fidelidad. Explícame que pasa por favor. Crees que te he fallado en algo.

--Nada de eso tiene algo que ver

--Entonces ¡qué!

--La verdad es muy simple y muy cruel a la vez, me he enterado que tu situación económica está muy mal y creo que no vas a poder sostenerme tal como yo quiero. Esa es la simple verdad.

Lo dejó en su casa y al despedirse para siempre, en tono amenazante, le pidió que se acuerde eternamente del viejo Abraxas. El se detuvo como paralizado por un rayo y volteó con los ojos petrificados de terror. Le preguntó qué has dicho. Tu sabes, le respondió el viejo, lo que les sucede a las personas que despiertan la parte diabólica de Abraxas; pero no te preocupes porque no habrá venganza consciente contra ti, porque desde el primer instante que te conocí mis sentidos ocultos de viejo gnóstico, percibieron que todo esto terminaría por nuestras tremendas diferencias. Tu no eres culpable, el único culpable soy yo por no dejarme llevar por mis instintos de conservación. Aparentemente tranquilizado Angel Gabriel siguió su camino y empezó a perderse en los oscuros laberintos que elabora la mente para poder olvidar lo no deseado.

El viejo Abraxas no sintió nada, en ese instante, por el estado de choque que le adormecía; más cuando los minutos avanzaban se iban elevando los niveles de desesperación y la angustia se fue apoderando de sus sentidos. Unas lágrimas cayeron lentamente por sus mejillas hasta empozarse en el profundo hoyo de su desolación. En su locura circular quiso llamarlo y decirle que sería capaz de darle todo lo que le pidiera con tal que le deje contemplar su rostro angelical siquiera una vez más. Lo llamó por teléfono y su voz sonó tan distante, diciéndole: ven. El viejo enamorado corrió hacia su encuentro, atravesando alocadamente media ciudad. Esperó en la puerta de su casa pero las horas pasaron y no salió.

El viejo Abraxas ya había terminado su papel en el drama de la vida de Angel Gabriel y no teniendo más parlamentos salió de la escena porque en los planes perfectos de su joven amado no estaba él nunca más. Se alejó lentamente con una opresión en el pecho cual cuchillo atravesándole el alma. Lloró escuchando su propio llanto y comprendió nuevamente que estaba condenado, como los Aurelianos Buendía de García Marquez, a cien años de soledad.

Se perdió en el laberinto de calles de la Gran Ciudad y repentinamente se dio cuenta que estaba en el mismo lugar donde encerró eternamente en su cerebro a Alexis y pensó: nosotros caminamos por el mundo y siempre retornamos; en ese momento afloraron en sus pensamientos las imágenes de las noches en la playa, recostado en el cuerpo de su amado Alexis, quien vive aún dentro de ese rincón de su cerebro reservado para él. Rincón que se hace grande y ocupa toda su mente, en momentos como este de profunda agonía en el que su alma siente la ausencia dolorosa de la única persona que supo penetrar en sus sentidos por cada poro de su piel y quien retorna siempre caminando por sus pensamientos, ahora reencarnado en Angel Gabriel: Reniego de la vida cada vez que me acuerdo que soy un hombre maduro y sin embargo lo sigo queriendo. Pero ese drama de amor se tornó repentinamente imposible porque la distancia separa los cuerpos iniciando un trabajo lento de destrucción paulatina de los sentimientos más acendrados. Nunca tuvimos una sola discusión, jamás por nuestras mentes se atravesó el temor del abandono o de los celos. Todo funcionó meticulosamente ensayado como en la mejor interpretación que me cupo el honor de representar. Sin embargo tuvo un final intempestivo y planificado como en las obras de teatro. Estas no son eternas; el público no puede estar sentado observando el desarrollo de la trama indefinidamente y se tiene que concluir, salir del escenario y proseguir la vida hasta conseguir un nuevo papel o condenarse al abandono final del olvido.

El vejo Abraxas parecía perderse en los laberintos circulares de su irracionalidad y gritando desaforadamente empezó a decir frases que semejaban una oración profana y que estremecía el corazón de la gente que lo escuchaba:

Alexis, mi errante soñador, te invoco, te llamo desesperadamente para contarte que nunca como hasta hoy me había sentido tan solo y nunca como hasta hoy había conocido el significado exacto de la palabra melancolía porque realmente ahora sé lo que es estar melancólico. Es una extraña sensación que empieza con los pensamientos creando un remolino de dudas existenciales, continúa contrayendo los músculos de la cara hasta alargarlos como el primer número de la desesperación, haciendo que los ojos aprendan rápidamente a mirar al vacío como si allí encontrase la esencia de la nada. Las lagrimas afloran como fuentes cristalinas en el desierto seco y gris de las distancias. Las manos atraviesan presurosas los cabellos y los arrancan de raíz hasta golpearse impotentes contra la pared. El estómago es una bolsa gris y helada. Las piernas caminan sin rumbo hacia lo desconocido y siempre dan vueltas en los círculos viciosos de muerte. La melancolía trae recuerdos de los seres más amados de nuestra existencia y nos abruman los latidos, cada vez más cercanos, de la desesperación. Alexis, odio la melancolía, odio la soledad. odio el sostenerme perennemente en el filo de la navaja, evitando caer sobre cuchillos amenazadores. Alexis, nunca hasta como hoy me había sentido tan al borde del abismo y grito tu nombre a todo pulmón: ALEXIS ALEXIS. Alexis, mi alma está latiendo al pie del mar, si la hora circular me ha llegado ¿quién rompe mi equilibrio?, Tal vez tú amigo ignorado, tú vértice escondido, tú rompes mi equilibrio, tú construyes las rectas que me sacan del aro; si eres tu ALEXIS apresúrate ya sube la marea.

Alexis, quiero confesarte algo que nunca supiste, la melancolía de recordarte cada día en el mismo lugar de la inmolación no está escrito en el "Libro de los Arcones y Aeones" . En ese libro solo hay hechos que nosotros nunca supimos descifrar, pero no hay sentimientos. Alexis, esa melancolía me hace transitar por tus recuerdos y por los recuerdos de la última noche que me quedé contigo y hace que revivan los instantes más trágicos de mi existencia. Alexis, ahora que nuevamente te has apoderado de mis pensamientos quiero decirte que tu fuiste esencialmente un soñador y anduviste buscando lados ocultos en las personas, imaginando que todos tenemos un hecho oscuro que queremos enterrar en la profundidades de nuestro cerebro. Creías muy fácilmente en las palabras de la gente que te rodeaba y por creer tanto y querer tanto te fuiste enredando, de a poquitos, en la inmensa telaraña que yo había empezado a tejer el día que te encontré caminado en las arenas calientes de las orillas del mar. Te trastornaste al conocerme, por eso fui el sujeto de tus deseos terrenales e intelectuales. Fui la droga que necesitabas para reemplazar tu adicción alcohólica y fui un bálsamo de paz en tu vida azarosa. Siempre me mirabas como a un arcángel y te gustaba imaginarte flotando en el espacio asido en mis brazos protectores. Me decías que el calor de mi cuerpo era el equilibrio perfecto entre la calurosa estación del estío y la gélida del frío adormecedor. Constantemente olías mis cabellos porque pensabas que emanaban un olor a incienso y permanentemente los acariciabas con tus dedos frágiles y delgados. Alexis, sigo pensando en todas las delicadas maneras en que tus ojos me miraban. e Intempestivamente pasaban de los colores vivos del sol a la apagada luz difusa de la luna ; sobretodo cuando te decía que me iba a marchar. No te gustaban mis partidas porque en tu alma renacían los celos de la lejanía, la incertidumbre de saber sobre mis actos cuando me alejaba de ti. Nunca conocí a nadie que cambiara tan radicalmente de color de ojos al conocer la cercanía de la separación como los tuyos. Mi Alexis, llorabas hacia adentro y tus lágrimas se tornaban negras impregnándose en tus párpados dando la impresión de no haber dormido noches enteras pensando en mi destino.

Alexis, llegan a mi mente de pronto, tus pesadillas cuando dormías, las pocas veces que lograbas conciliar el sueño, y como despertabas gritando fuertemente mamá, mamá, agarrándote de mi mano, para luego recostarte en mi pecho durmiéndote nuevamente en los laberintos tormentosos de tus sueños, en los que se te aparecían mezcladas en un solo ser tu madre, tu abuela Hortensia, y la pobre Sophía luchando contra Ferruzzo , quien después de destruirlas te alcanzaba en la calle del humo para seguir torturándote a dentelladas en la espalda cada vez que sus deseos decidían tu dolor.

Ya ves mi Alexis estoy ahora en el centro de una mística melancolía sin atinar siquiera a morir en paz. Ahora me pregunto, porqué estuve ciego, porqué esa luz limpia que incidía en mi mente no encontraba sustancias diáfanas de amor, porqué creía que el odio era lo dulce de mi amargo rencor, porqué no te di más de mí. Porqué ?.

Alexis, el mar ha encerrado el sonido de tu voz en sus aguas y es hacia allá donde me dirijo para volver a escuchar tus risas cristalinas, tus voces del reproche, tus palabras susurradas, tus silencios. !Alexis hasta el sonido de tu voz me causa dolor !, pero allá voy a arrullarme en tus cantos juveniles, en la música matinal de tus suspiros, en el canto vital de nuestras existencias y luego salir arrojado inexorablemente, a la recta que nos saque de la sinrazón circular y escuchar renovadamente decir Abraxas mi amor, mi dulce, mi único amor.

 

 

EPILOGO

El cadáver de un anciano apareció flotando en las aguas azules del mar junto a un peñasco, en la mano derecha llevaba apretado un papel con unas palabras que se leían borrosamente: Quién es Abraxas y en la mano izquierda un poema: Tiempo del Tiempo .

Quién es Abraxas

Soy el ser presente más poderoso y la creación se espanta de sí misma.

Soy el terror que siente el hijo contra su madre

el amor de la madre por su hijo

el gozo de la tierra y la crueldad del cielo

Soy la vida de la creación

la actividad de la diferenciación

el amor del hombre

el verbo del hombre

Soy la luminosidad y la sombra oscura del hombre

la realidad engañosa

Ante mi no existen preguntas ni respuestas y el hombre se paraliza en mi presencia.

Soy Abraxas.

el terrible Abraxas

Abraxas es el cosmos, es la génesis y su disolución.

Él es lo pletórico unido en sí mismo al vacío total

Él es el sagrado matrimonio.

Él es el amor y el asesino del amor

Él es el santo y el traidor

Él es la luz del día más brillante y la noche más profunda de locura

Abraxas es verdaderamente terrible.

Verlo... significa la ceguera

Conocerlo... es la enfermedad

Adorarlo... la muerte

Temerlo... es prudencia

No resistirlo... significa liberación

Libro de los Arcones y Aeones

 

Tiempo del Tiempo

Cuanto tiempo

después de nuestra despedida

soportaré tus ojos

en el centro de mi vida.

Cuantas horas

pasarán eternas

hasta que el perfume de tus labios

se pierda en las distancias

Cuantos minutos

latirán en mis oídos

los ecos asesinos

de tu cruel corazón.

Y cuantos segundos

cuantos segundos,

me pregunto yo

tardará mi imagen

en desaparecer de tu memoria

Tiempo del tiempo

Agonía mortal de mis angustias

Tiempo del tiempo

Cuanta distancia

tendrán que recorrer los vientos

para borrar nuestras vidas de los caminos

y cuanta vida

y cuanta muerte

tardaré para olvidarme de ti

Abraxas el eterno errante soñador.

EL FINAL